Un servicio que permite trabajar con isótopos radiactivos en condiciones de máxima seguridad
José Pichel Andrés/DICYT Los isótopos radiactivos son un elemento fundamental para llevar a cabo numerosas investigaciones de vanguardia, especialmente, en el campo de los estudios biológicos. Sin embargo, el potencial riesgo que suponen para la salud hace que su manejo se tenga que someter a estrictas medidas de seguridad, que los laboratorios en los que se trabaja con isótopos radiactivos deban tener un espacio reservado que guarde determinadas normas y que incluso se habiliten laboratorios especiales para que los científicos desarrollen estas técnicas. Para velar por ello la Universidad de Salamanca cuenta con el Servicio de Isótopos Radiactivos y Radioprotección, nuevo servicio incorporado con la creación de la Plataforma Nucleus.
“Un isótopo radiactivo es un elemento inestable que emite partículas o radiación electromagnética”, explica Alberto Sánchez Cañada en declaraciones a DiCYT. Habitualmente, “se usan como trazadores que se marcan a una molécula concreta de interés y se introducen en un sistema biológico para ver su comportamiento. Por ejemplo, gracias a estas técnicas, los científicos pueden ver si se deposita un radioisótopo concreto en zonas determinadas de una célula o de un organismo y así hacer el seguimiento de los elementos que le interesan.
Investigaciones de áreas como Medicina, Biología funcional o Farmacia son los principales usuarios del Servicio, pero “cada grupo de investigación se dedica a cosas diferentes y usa los trazadores, es decir, los isótopos radiactivos, incorporados a una molécula determinada”. Entre todos suman más de un centenar de usuarios habituales.
“Hay un montón de técnicas diferentes que los investigadores utilizan en sus experimentos para detectar cantidades ínfimas de una molécula concreta que después se identifican muy fácilmente porque están marcadas por un isótopo radiactivo”, explica.
PET y TAC
Una de las joyas del Servicio es la máquina que integra PET (tomografía por emisión de positrones) y TAC (tomografía axial computarizada), en la que se pueden hacer ensayos con pequeños animales. Javier Borrajo, responsable de este laboratorio, explica que puede estudiar problemas cerebrales, tumorales o la actividad fisiológica en una zona determinada. “El PET da una imagen funcional y el TAC, una imagen anatómica. Si somos capaces de fusionar la imagen funcional y la imagen anatómica, podemos localizar perfectamente los colores que se ven con el PET en una zona anatómica concreta”, explica. Al marcar una sustancia con un isótopo, “el aparato lo que hace es detectar la emisión de ese isótopo en esa zona concreta.
El Servicio se ha creado como una continuación de las tareas que los supervisores de las instalaciones radiactivas han venido desarrollando desde los años 90. Para ello, se solicitó una instalación radiactiva para trabajar con isótopos no encapsulados en investigación y docencia.
El Consejo de Seguridad Nuclear es el que autoriza a trabajar con los isótopos. En este sentido, este nuevo servicio de Nucleus ha tenido que justificar dar de alta una instalación de este tipo. "El manejo de isótopos radiactivos en Biología molecular y otras disciplinas es muy positivo porque permite avances importantes por los experimentos de los investigadores, pero hay que estudiar el perjuicio que puede causar en la salud de las personas, por lo tanto, hay que demostrar que los beneficios son muy superiores al hipotético daño que puede causar en las personas expuestas a las radiaciones”, comenta el director.
En cualquier caso, aunque es cierto que potencialmente existe cierto peligro en el manejo de este tipo de elementos, “desde unas instalaciones de este tipo, destinadas a la investigación y a la docencia, hasta una central nuclear hay un rango enorme de riesgos. Este tipo de centros es de los menos peligrosos”, indica el responsable, ya que se manipulan isótopos con actividades extremadamente bajas.
Tal vez el mayor riesgo está en que los científicos que manejan estos elementos se cuentan por decenas y en más de una veintena de lugares en las diferentes instalaciones de la Universidad de Salamanca, entre los laboratorios destinados específicamente para este uso y los laboratorios convencionales en los que se ha habilitado algún área. Por eso, una labor fundamental del Servicio es la formación. “Tenemos que minimizar riesgos y lo hacemos instruyendo a todo el personal que trabaja en las instalaciones: investigadores, técnicos o becarios tienen que formarse y demostrar que han aprendido determinados conocimientos a través de exámenes”, apunta Alberto Sánchez.
Generalmente, “preguntamos al investigador si tiene formación en protección radiológica, puesto que algunos ya tienen licencias de operación. Los que no tienen pueden trabajar si les damos la formación adecuada”, comenta. En función del isótopo que van a utilizar, en los casos más extremos se pueden hacer incluso controles periódicos de salud, aunque suele ser innecesario por el tipo de materiales que se emplean.
El nuevo edificio del IBFG tendrá 10 laboratorios acondicionados |
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El Servicio cuenta con 10 laboratorios convencionales en el Edificio Departamental y otros 10 en el Instituto de Biología Funcional y Genómica (IBFG), que aún no ha sido estrenado. Se trata de laboratorios con un área específica autorizada para trabajar con material radiactivo que tiene que tener unas características especiales en cuanto a contención de líquidos, materiales y señalización. Otros cuatro laboratorios están preparados para trabajar con isótopos más peligrosos y tiene restringido el acceso.
Además, hay un almacén de residuos. En él se llevan a cabo dos tipos de gestión, separando los que residuos cuya actividad dura poco tiempo y una vez inactivos se pueden tratar como residuos normales y los más peligrosos, que se almacenan para que Enresa se los lleve a El Cabril. Las diferencias entre isótopos van desde los del flúor, que tienen 110 minutos la actividad, hasta los de carbono 14, que tienen más de 5.000 años. |