Investigadores de Salamanca y La Rioja estudian productos orgánicos para mejorar suelos de viñedo
JPA/DICYT El Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (Irnasa), en colaboración con la Universidad de La Rioja, está investigando la mejora de los suelos de viñedo. Un sustrato orgánico empleado como abono para champiñones y setas podría ofrecer diversas ventajas para los agricultores, como aumentar la riqueza en materia orgánica de este tipo de terrenos, así como evitar la contaminación que se produce por el empleo de abundantes fungicidas en la vid; pero también resolvería un problema medioambiental. La razón es que una nueva legislación impide que este tipo de residuos sean llevados a un vertedero tras ser utilizados en el cultivo de los hongos. Por eso, encontrar un nuevo uso para el viñedo podría resolver varios problemas a la vez, aunque estos resultados positivos necesitan ser contrastados con la medición de nuevos parámetros.
María Sonia Rodríguez Cruz, investigadora del Irnasa, ha explicado a DiCYT que el sustrato orgánico utilizado en el cultivo de champiñones y setas está formado por mezclas que pueden ser diversas en función del destino concreto que tenga, pero que pueden estar compuestas por paja, turba, gallinazas y otros materiales orgánicos que contribuyen al crecimiento de los cultivos. Sin embargo, “una vez que se agotan los nutrientes útiles, eran llevados al vertedero y eso ya no se puede hacer”, señala. Por lo tanto, si los científicos consiguen reutilizar este residuo, solucionarían el problema de acumulación que tiene lugar en la actualidad.
Además, “los suelos de los viñedos tienen muy bajo contenido en materia orgánica”, apunta, de manera que la aportación de este sustrato puede ser muy beneficiosa para la vid. Aún más importante es resolver el problema de contaminación que pueden generar algunos tratamientos contra los hongos que se realizan sobre estas plantas. “Los fungicidas se emplean en grandes cantidades y por filtración de la lluvia pueden contaminar suelos y aguas subterráneas”, indica la experta. Sin embargo, el empleo del sustrato puede llegar a retener en buena medida los restos del fungicida en un nivel superficial del terreno, según han comprobado los investigadores.
“Cuando adicionamos estos residuos, el fungicida es absorbido y se reduce la movilidad”, es decir, aunque llueva, el agente se desplaza en menor medida, de manera que disminuye la contaminación del entorno. Así lo han comprobado los investigadores en un trabajo que ha dado lugar ya a algunas publicaciones desde que se puso en marcha en 2007 y que aún no ha concluido.
Experimentos sobre el terreno
Para realizar estas investigaciones, los científicos toman como referencia secciones de suelo de hasta medio metro de profundidad y van agregando agua para simular los efectos de la lluvia en el terreno. Así comprueban en qué grado el fungicida es capaz de penetrar en el terreno con y sin residuos procedentes de los cultivos de champiñones y similares.
En cualquier caso, a pesar de las primeras conclusiones positivas, no se podrá generalizar el uso de este residuo hasta comprobar otra serie de parámetros agronómicos que, en este caso, estudia la Universidad de La Rioja. Por el momento, no se sabe cómo puede afectar el empleo de los residuos a aspectos como la salinidad del terreno y otras variables importantes para la vid.