Salud España , Salamanca, Viernes, 16 de julio de 2004 a las 21:10

Investigadores de la Universidad de Salamanca estudian la posibilidad de realizar trasplantes neuronales

Los trabajos se desarrollan en colaboración con la Universidad de California, en Estados Unidos

Ana Victoria Pérez/DICYT El decano de la Facultad de Biología de la Universidad de Salamanca, José Ramón Alonso Peña, investiga desde hace años las posibilidades que existen de regenerar células nerviosas, y lo que es aún más complejo, trasplantar neuronas en un cerebro dañado. Los estudios, que se desarrollan desde hace más de 10 años en colaboración con diversos departamentos de la Universidad de California, en Estados Unidos, han servido para constatar que existen células troncales en un cerebro adulto.

Desde hace más dos años, varios grupos de investigación han confirmado que, en ciertas partes del cerebro humano, como el ventrículo cerebral lateral, existen células madre neuronales, y que estas células, aunque no son pluripotenciales, esto es, no pueden generar cualquier tipo de célula nerviosa, al igual que hacen las células madre embrionarias, sí son capaces de dar lugar a nuevas neuronas y a células gliales o de sostén.

En esta línea se desarrollan los trabajos de algunos grupos de investigación de instituciones como la Universidad de Michigan o el instituto New Heaven de Connecticut, en Estados Unidos. Pero el proyecto en el que participa el decano de la Facultad de Biología de la Universidad de Salamanca, el doctor José Ramón Alonso, intenta ir más allá, y aprovechar esta propiedad de las células embrionarias para reparar los daños que puede sufrir un cerebro. Para ello, el equipo en el que trabaja el profesor Alonso ha reproducido en monos determinadas lesiones cerebrales que se observan en un cerebro humano afectado por alzheimer. Una labor en la que han invertido un año y medio de trabajo.

Durante la investigación seccionaron de manera transversal la fimbria/formis, una de las partes del cerebro encargada de enviar señales nerviosas hacia el hipotálamo. "Así pudimos comprobar que, al contrario de lo que ocurre en los ratones, las conexiones neuronales no se recuperaban de manera espontánea, incluso cuando han transcurrido 18 meses después de ocasionar la lesión", explica a DICYT el profesor Alonso.

Aunque a primera vista puede parecer una desventaja evolutiva para los homínidos, José Ramón Alonso puntualiza, "quizás el no recuperar las conexiones neuronales es más beneficioso, ya que en el caso de los ratones los axones de las nuevas neuronas se conectan de manera aleatoria", de esta forma se pueden alterar otras funciones que no fueron afectadas por el daño que se ha provocado a una parte localizada del cerebro.

Una inyección de neuronas

Llegados a este punto, los investigadores se plantearon la siguiente pregunta: ¿por qué no echar una mano al cerebro para que se 'autorrepare'? Fue entonces cuando los científicos se plantearon realizar un trasplante neuronal utilizando células embrionarias que sí son capaces de reproducirse y diferenciarse.
Alonso comenta "el experimento no estuvo exento de dificultad, pero finalmente decidimos estudiar si las células colinérgicas extraídas de un feto podían crecer y diferenciarse, contribuyendo a la recuperación de la zona del hipocampo que habíamos dañado en un mono adulto".

Las células embrionarias se purificaron y se inyectaron entonces en el cerebro del mono adulto. "Los primeros resultados fueron alentadores", comenta José Ramón. "Las células trasplantadas no sólo habían sobrevivido, sino que además habían migrado hacia otras zonas y se habían diferenciado formando pequeños microcerebros frontales".

Pero también los investigadores tuvieron que afrontar una mala noticia. Las células implantadas únicamente establecían conexiones neuronales entre sí y no consiguieron unir ninguna de sus extensiones nerviosas hacia las zonas colindantes del cerebro, en el que no se había producido la lesión. Podría decirse que estaban organizándose para formar un cerebro autónomo. "Estas células, obtenidas de la parte basal de la zona delantera del cerebro, expresaban todos los fenotipos químicos y morfológicos con los que ya habíamos experimentado, además, pudimos comprobar que en este tipo de trasplante no se produce rechazo", asegura el doctor Alonso.

Los retos

Aunque aún queda un largo y lento camino investigador para poder hablar de tratamientos, los trasplantes neuronales han puesto sobre las mesas de los laboratorios nuevos retos. "Las investigaciones deben encaminarse ahora a encontrar guías que indiquen a las células trasplantadas cómo conectarse con las zonas del cerebro original que están intactas", advierte Alonso. Después habrá que evaluar cómo se integran esas nuevas células, tanto desde un punto de vista morfológico como funcional en el receptor del trasplante, así como la evolución del injerto, para lo que se utilizarán diferentes animales con distintos tiempos de supervivencia.

Los objetivos, aunque muy lejanos aún, se centran en encontrar una solución a daños localizados del cerebro, como los que se producen después de un derrame cerebral, o a patologías neurodegenerativas, como el alzheimer o el párkinson.


 

Mucho más que materia gris

El cerebro humano constituye tan sólo el 2% de la masa corporal del hombre, aunque consume cerca del 20% de nuestra energía de mejor calidad. Sólo admite carbohidratos. En total se estima que un cerebro humano pesa alrededor de 1.400 gramos, de los que el 78% es agua, el 10% lípidos y el 8% proteínas. A ellos se unen la materia gris y la blanca. Este órgano está recorrido por un millón y medio de kilómetros de fibras nerviosas, y en él 'habitan' 100.000 millones de neuronas. Una cifra que disminuye a un ritmo de 10.000 neuronas diarias. Buen ejemplo de su desgaste es que un adulto cuenta con la mitad de las neuronas que posee un niño de dos años.


La complejidad del cerebro ha hecho que en todas las épocas de la historia se le haya comparado con las máquinas más sofisticadas que existían; desde la clepsidra de los faraones hasta los ordenadores actuales. A pesar del tiempo transcurrido y de los avances, el funcionamiento del cerebro, en el que participan señales eléctricas y químicas, sigue siendo difícil de reproducir y una incógnita de la que cada vez sabemos un poco más.