Ciencia España , Valladolid, Lunes, 10 de enero de 2005 a las 17:37

De la dactiloscopia a la identificación genética: las nuevas armas de la investigación forense

La Universidad de Valladolid y la Sociedad Española de Criminología y Ciencias Forenses enseñan a un centenar de alumnos las novedades en la materia

Beatriz G. Amandi/DICYT La Sociedad Española de Criminología y Ciencias Forenses (Seccif) en colaboración con la Universidad de Valladolid ha puesto en marcha un curso de especialización que se está desarrollando en el Palacio Conde Ansúrez desde el pasado mes de noviembre y continuará hasta el próximo mes de abril, cuando concluyan las 100 horas lectivas a través de la que los alumnos, casi un centenar, están conociendo las principales técnicas de investigación forense y las más avanzas aplicaciones científicas empleadas en las resoluciones de crímenes, desde la dactilografía hasta el uso del ADN. La coordinación del curso está a cargo del secretario y del vicepresidente de la Seccif, Antonio Cela y Jesús García Aller.


En el curso se abordan desde las técnicas tradicionales, como la dactilografía, hasta las más modernas aplicaciones de la genética a la identificación. Pero también incluye otras ciencias que son útiles para el descubrimiento de crímenes y que son la Anatomía, la Odontología, Biología, Entomología o Psicología y Psiquiatría, puesto que toda ayuda es poca para conseguir conocer cómo han sucedido los hechos. El curso tampoco olvida el Derecho, puesto que los procedimientos en los procesos penales tienen mucha importancia para evitar que las pruebas no puedan ser tenidas en cuenta y para que los jueces, cuando tengan que intervenir, puedan conocer con exactitud el relato de los hechos.

En este sentido, tanto Cela como el profesor de Medicina Legal y Forense de la Universidad de Valladolid Aitor Curiel están de acuerdo en que cada caso es distinto y requiere de la aplicación de diferentes sistemas de identificación, que no siempre son los más modernos, y señalan que el más empleado y el que más resultados sigue dando es la dactilografía.

Doce puntos que señalan al sospechoso

La identificación de huellas dactilares fue uno de los primeros métodos empleados por los investigadores. Se trata de una técnica basada en la coincidencia de, al menos, 12 puntos de la huella recogida en la escena del crimen con la marca dactilográfica del sospechoso.

En este sentido, y según señala Cela “cada huella dactilar tiene como unas coordenadas para saber qué tipo de huella es”. Estas coordenadas se miden a partir de una zona llamada delta y el núcleo de la huella. Ambas son figuras que aparecen en el dactilograma y de fácil identificación, por lo que son utilizadas por los expertos para realizar una formulación y buscar esos 12 puntos característicos, que según apunta Cela, “es estadísticamente imposible que coincidan en dos personas”. El delta es la zona en la que confluyen los círculos concéntricos que parten del centro de la huella (núcleo) con el resto de las rayas o surcos que aparecen en la yema de los dedos, pero que vienen desde la parte externa del dedo. Así, una huella no identificada se conoce como huella dubitada, mientras que la identificada es la indubitada. Hoy en día, las comparaciones entre huellas se hacen a través de potentes ordenadores que cotejan los bancos de datos de la Policía con las huellas obtenidas en la escena del crimen, a fin de conocer si es un delincuente ya fichado por las fuerzas de seguridad.

Identificación por ADN

Sin embargo, hay casos en los que no se dispone de huellas dactilares que permitan la identificación, por lo que es necesario recurrir a alguna de las otras técnicas antes mencionadas para conseguir recoger indicios. Según señala Aitor Curiel, la identificación genética ha supuesto una gran revolución para la resolución de crímenes, aunque presenta problemas ya que se trata de pruebas que requieren de ADN y es necesario disponer de algún sospechoso para poder cotejar y encontrar coincidencias con los restos que se pudieran haber hallado en el lugar del crimen.

Esta técnica presenta, no obstante, algunas ventajas, como el hecho de que el ADN se puede obtener no sólo de restos de sangre, sino también de pelo, uñas, o cualquier otro resto orgánico que se pueda recoger. El proceso de identificación genética es distinto si se dispone de ADN procedente de sangre o semen, o si es ADN procedente de pelos o uñas. En el primer caso, la secuenciación es más rápida, puesto que sólo requiere amplificar el ADN y ya se dispondría de información suficiente para cotejar con otra muestra. Mientras que en el segundo caso, se trata de ADN mitocondrial y para una posible identificación es necesario desglosar toda la cadena genética, por lo que resulta más caro. Es necesario encontrar 13 coincidencias entre las muestras de ADN que se comparan, para considerar que pertenecen a la misma persona.

En la actualidad, los forenses disponen ya de paquetes comerciales que incluyen una sustancia conocida como polimerasa, que permite amplificar el ADN de una manera mecánica. Cada uno de estos kits puede costar unos 400 euros y permite realizar hasta 45 pruebas, lo que ha reducido el coste del proceso. Sin embargo, para aplicar la polimerasa y que las pruebas sean fiables se requiere de un laboratorio especial que es más caro, lo que supone que estas pruebas se realizan en lugares especializados y puedan tardar en obtenerse los resultados entre 24 y 48 horas.

Otra de las áreas de la investigación que más ha avanzado en los últimos años es la que se ocupa de la Entomología, que permite conocer el efecto de los microorganismos en el cuerpo, de modo que su grado de desarrollo puede permitir datar la muerte de la víctima e, incluso, identificar al posible asesino a través de muestras de microorganismos infecciosos. Esta misma rama es la que se ocupa de estudiar las amenazas bioterroristas, ya que permiten identificar qué microorganismo se trata, de que familia e, incluso, en qué laboratorio se ha creado.

Según apuntan estos expertos, lo habitual es que en la escena del crimen se recojan todos los indicios posibles, a fin de que la investigación pueda seguir su curso por varios caminos y se emplee la técnica más apropiada en cada caso. Por ello, un maletín básico de forense debe contener, entre otras cosas, reactivos para revelado de huellas, adhesivos para trasplante de huellas desde la zona en que están hasta una superficie que permita su estudio, una lupa e hisopos o palitos higiénicos para recogida de muestras biológicas. En algunos casos, también contiene una sustancia conocida como Luminol, que tras ser rociada en una superficie permite detectar mediante rayos ultravioletas posibles restos de sangre. Según apunta Cela, “la sangre puede detectarse con este método, hasta después de 10 lavados, aunque la posibilidad de recuperar el ADN se pierde al tercero”.

 

Reclaman una base de datos de ADN
España tienen en estos momentos cerca de 5.000 perfiles genéticos de criminales que no han sido identificados porque se carece de ADN con el que poder comparar los restos recogidos en cada uno de los escenarios del crimen. Según señalan Antonio Cela y Aitor Curiel “es necesario que se establezca un ordenamiento legislativo acorde con las nuevas técnicas, por ejemplo para la identificación genética, ya que es posible, pero no hay reseña o base de datos que permita identificar las muestras que se obtienen”. Apuntan que, en estos momentos, los delincuentes sexuales no tienen reseñado su ADN, por lo que no se puede cotejar, sin embargo suelen ser delincuentes reincidentes por lo que estiman que muchos de esos perfiles biológicos que se han recogido se podrían identificar si existiese esta base de datos.

Ambos son conocedores de los problemas que presenta la creación de una base de datos informática que contenga este tipo de información, puesto que podría atentar contra derechos fundamentales de las personas, sin embargo, consideran que “existen filtros informáticos capaces de garantizar que su uso sea el adecuado”.