Un científico británico presenta en Valladolid nuevas terapias genéticas en tratamientos experimentales sobre infartos
Miguel García Sancho/DICYT Las modernas técnicas de ingeniería genética mejoran las prestaciones de las células madre, que son capaces de convertirse en cualquier tipo de tejido y, entro otras muchas aplicaciones, pueden se utilizadas en tratamientos experimentales de infartos, algo que ya está ocurriendo en varios hospitales de Castilla y León. Esta será la propuesta del científico británico John Martin, figura de referencia en este tipo de investigaciones, que participa el próximo viernes en el III Simposio Internacional sobre Terapia Génica y Celular, que organiza el Instituto de Ciencias del Corazón Hospital Clínico, el Instituto de Salud Carlos III, el Instituto de Biología y Genética Molecular y la Sociedad Europea de Cardiología.
La introducción de nuevos genes, actualmente en estudio en animales, ayuda a las células a convertirse en músculo cardíaco y regenerar así posibles lesiones. Martin ha demostrado en su laboratorio del University College de Londres cómo la modificación previa de las células madre mediante genes que influyen en su transformación permite adaptar este proceso a las necesidades del investigador. Para ello, extrajo células de rata y les introdujo genes que les ordenaban convertirse en miocardio -el músculo del corazón. La capacidad de transformación de las células una vez reincorporadas al animal era mayor que en las no modificadas.
"La modificación genética multiplica las posibilidades de la investigación con células madre", explicó a DICYT Martin en su despacho de Londres. La posibilidad de introducir distintos tipos de genes permite no sólo controlar la transformación de las células, sino añadir otras propiedades como las antiinflamatorias.
De multiplicar al máximo las potencialidades, explica Martin, estas modificaciones podrían llegar a equiparar células madre adultas con embrionarias. En circunstancias normales, estas últimas presentan mayores posibilidades transformación, pero despiertan problemas éticos al requerir su empleo la destrucción de embriones. La alteración genética de las adultas podría hacer prescindibles las embrionarias.
Martin espera tener "en cinco años" su técnica lista para la aplicación en humanos. Hasta entonces, deberá asegurarse de que la ingeniería genética no tiene también efectos adversos. Superada esa etapa, el siguiente desafío será un ensayo clínico en el que se pruebe la efectividad de los nuevos genes.
Prudencia en Valladolid
Los colegas Martin en el Instituto de Biología y Genética Molecular de Valladolid (IBGM) se muestran más cautos a la hora de valorar estos avances. Ana Sánchez, investigadora de este centro, ha explicado a DICYT que ellos prefieren "no manipular genéticamente las células", por las complicaciones que esto puede acarrear.
Una de ellas es conseguir que los genes (fragmentos de la extensa molécula de ADN) se pongan en funcionamiento una vez dentro de la célula. Para ello, Martin y otros investigadores los introducen en virus que, al infectar la célula, incorporan el gen a su interior. Los virus, sin embargo, pueden también agravar el estado de pacientes enfermos, generalmente bajos de defensas.
Los científicos del IBGM, según Sánchez, prefieren concentrarse "en la selección de las células", eligiendo aquéllas "con mayor potencial de transformación" sin necesidad de modificarlas. Esta estrategia les ha permitido crear una técnica para reparar corazones infartados a partir de células madre adultas de la médula ósea (sustancia en el interior de los huesos de la que proviene la sangre). Los primeros ensayos con pacientes, iniciados hace un año en siete hospitales castellanoleoneses, arrojan resultados esperanzadores.
Ensayo paneuropeo
Martin desarrolla un proyecto similar al del IBGM en Londres con la ayuda del Saint Bartholomew's Hospital. Su intención es que todas las pequeñas iniciativas en este sentido, diseminadas por varios países, se conviertan "en un gran ensayo paneuropeo", que evalúe la efectividad de las células madre en los tratamientos de corazón. Para ello ha creado un grupo de trabajo en la Sociedad Europea de Cardiología, de cuya dirección forma parte.
Uno de los integrantes de este grupo es Francisco Fernández-Avilés, cardiólogo en el Hospital Clínico de Valladolid y coordinador de los ensayos en Castilla y León. La experiencia paneuropea, en su opinión, debería comenzar por células de la médula ósea y unificar los ensayos que actualmente se realizan en España, Bélgica, Alemania y el Reino Unido.
Una de las principales dificultades del ensayo europeo, según Avilés, será "homogeneizar los protocolos", pues aspectos como la cantidad de células a introducir o tiempos de extracción varían de un país a otro. El hecho de que las células madre carezcan de propiedad intelectual y no atraigan a la industria farmacéutica obliga también a asegurar financiación pública.
Del seminario al laboratorio | |
El simposio internacional de cardiología de esta semana no será la primera visita de John Martin a Valladolid. El investigador británico ya estuvo en la capital castellanoleonesa hace 40 años, aunque por razones muy diferentes: su vocación religiosa le llevó a estudiar durante tres años en el seminario del Colegio de los Ingleses, aún abierto en la Calle Don Sancho.
Martin quería convertirse en sacerdote católico y, a los 17 años, se desplazó a Valladolid. Recuerda la ciudad de principios de los 60 como "dura y austera", con edificios oscuros y una dieta a base de "garbanzos con grasa rosa", salvo "en los días de matanza". También evoca el Pregón de Semana Santa, el Monasterio de San Benito y sus excursiones a Wamba "por un camino sin asfaltar".
Para el científico, Valladolid "ha cambiado mucho, pero continúa siendo austera". "Es como si los genes siguieran siendo los mismos, pero hubiesen variado las condiciones del entorno", bromea.
Martin sigue conservando sus inquietudes humanísticas y, además de su afición a la pintura, tiene un libro de poemas y relatos publicado en el Reino Unido. Actualmente trabaja en una novela y defiende la necesidad de "fantasía" artística para hacer Ciencia. |