Los paleoglaciares del Sur de Europa alcanzaron su máxima extensión hace 26.000 años
CGP/DICYT David Domínguez Villar, investigador del Programa de Geocronología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh) de Burgos, ha presentado hoy un trabajo que se acaba de publicar en Scientific Reports sobre la extensión máxima de los paleoglaciares mediterráneos durante la última glaciación, que se han datado en 26.000 años, unos 5.000 años antes que los glaciares del Centro y Norte de Europa. Como afirma este paleoclimatólogo, su trabajo pone fin a una polémica sobre la cronología del “máximo glaciar” en las montañas del continente europeo, y confirma que el incremento de las precipitaciones fue la causa de este máximo temprano en los sistemas montañosos mediterráneos.
Para llegar a estas conclusiones, en el trabajo titulado Early maximum extent of paleoglaciers from Mediterranean mountains during the last glaciation, se han utilizado dos aproximaciones. Por un lado, mediante el método de isótopos cosmogénicos se han datado morrenas de nueve paleoglaciares de las Sierras de Guadarrama, Gredos y Béjar, ya que “estas acumulaciones de depósitos que dejan los glaciares sirven de indicadores geomorfológicos que permiten determinar el límite de la extensión de los glaciares”, explica Domínguez.
Por otro lado, la serie paleoclimática se ha reconstruido a partir del registro de isótopos estables de oxígeno de espeleotemas de la Cueva del Águila (Ávila), datándose mediante el método de series de Uranio-Torio, lo que ha permitido conocer las variaciones relativas de precipitación durante el periodo de interés, según la información del Cenieh recogida por DiCYT.
El registro de los glaciares confirma una edad temprana respecto al Centro y Norte de Europa para los máximos glaciares; mientras el registro de la cueva confirma la hipótesis de partida, esto es, que la mayor precipitación coincide con la cronología de esa máxima extensión de los paleoglaciares mediterráneos.
Conexión océano y atmósfera
Otro aspecto interesante de este trabajo es la relación que se establece entre la energía que recibe la Tierra procedente del Sol, que varía según la configuración orbital de nuestro planeta, que influye en las corrientes oceánicas del Atlántico Norte y en la dinámica atmosférica sobre el continente Euroasiático, lo que afecta a la pluviosidad de las regiones mediterráneas.
Domínguez concluye que este artículo, que es fruto de un proyecto financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y la Junta de Castilla La Mancha, da pie a plantear futuros trabajos sobre teleconexiones en las precipitaciones del Mediterráneo que puedan afectar a escenarios de un futuro próximo.