Salud España Estocolmo, Internacional, Viernes, 02 de septiembre de 2005 a las 14:45

Investigadores suecos consiguen determinar la vida de las células humanas

Sólo las cerebrales coinciden con la edad del individuo, mientras que la media general oscila entre los siete y los 10 años

Itziar Romera/DICYT Un equipo de investigadores del Instituto Karolinska de Estocolmo, dirigido por Jonas Frisén, ha conseguido determinar el tiempo de vida de poblaciones específicas de células humanas, carácter hasta hora impreciso debido a la imposibilidad de establecer el momento exacto de su nacimiento. Para dar este paso, los científicos han aplicado al ADN técnicas del Carbono 14, empleado comúnmente en arqueología y paleontología.

Gracias a esta técnica, Frisén y su equipo han podido establecer que la mayoría de las células del cuerpo humano son más jóvenes que el propio individuo, alcanzando apenas los 10 años. En relación a este descubrimiento, los investigadores han explicado por qué los humanos nos comportamos según nuestra edad de nacimiento y no en función de la edad celular, “esto se debe”, han anunciado, “a que, de todas las células que hay en el organismo, unas pocas perduran desde el momento del nacimiento hasta la muerte, y entre esta minoría especial se incluyen algunas o prácticamente todas las células de la corteza cerebral”.

Tras validar su sistema, Frisén ha logrado establecer el tiempo de vida de distintos tipos celulares, pues cada tipo de tejido tiene su propio momento de renovación, relacionado de forma parcial con la actividad que han soportados sus células. Así, las células epidérmicas se reciclan aproximadamente cada dos semanas, debido a que son capaces de regenerar fácilmente la piel dañada del organismo. Los glóbulos rojos, por su parte, viven apenas cuatro meses en su constante viaje a través del sistema circulatorio, mientras que las células hepáticas de un adulto perduran entre 300 y 500 días.

Aunque ya se sabía por otros métodos que las células que forman las paredes de la superficie del intestino mueren a los cinco días de nacer, encontrándose entre las de vida más corta de todo el organismo, el doctor Frisén ha descubierto que la edad media de las células intestinales, aparte de las ya mencionadas, es de 15’9 años. Las óseas sobrepasan por muy poco la década, mientras que las que forman los músculos de las costillas viven una media de 15’1 años.

Las más longevas

Una vez analizadas las células cerebrales, los investigadores han determinado que todas las muestras tomadas de la corteza visual, es decir, la región responsable de la vista, tienen la misma edad que el individuo al que pertenecen, lo que respalda la teoría que afirma que este tipo no se regenera. Según Frisén, “la razón de que estas células vivan tanto tiempo es que probablemente necesiten estar conectadas de forma muy estable”. Sin embargo, otras células del cerebro viven menos tiempo.

En cuanto al corazón, se sabe que este órgano genera nuevas células, pero aún no se ha podido medir el índice de supervivencia de las células que lo conforman. Relacionando todos los datos obtenidos, el equipo de investigadores ha fijado la edad media de la totalidad de las células del cuerpo de un adulto humano entre siete y 10 años.

La cuestión derivada de este nuevo descubrimiento es por qué si el organismo es capaz de renovar sus tejidos en un elevado índice llega un momento en que deja de hacerlo. Entre las teorías que tratan de dar respuesta a este interrogante se encuentran aquéllas que hacen recaer toda la responsabilidad en la acumulación de mutaciones del ADN, que hace que se degenere de forma gradual la información, mientras que para otros científicos opinan que el ADN no tendría capacidad para reparar los mecanismos de los cromosomas.  Frisén se decanta por la idea de que las células madre, origen de las nuevas células de todos los tejidos, se van debilitando con la edad, dato que pretende demostrar comprobando si el índice de regeneración celular decelera con los años.

Todo gracias a la Guerra Fría

El método empleado por el equipo investigador se basa en el pico máximo de los niveles atmosféricos de Carbono 14 fruto de las pruebas nucleares realizadas sobre la superficie terrestre durante la Guerra Fría. Estos experimentos duplicaron los niveles de Carbono 14 en la atmósfera en comparación con los marcadores de referencia, que van disminuyendo a la mitad cada 11 años. Esta pequeña diferencia de años permite emplear una técnica hasta entonces imposible, pues una determinada cantidad de Carbono 14 se reduce a la mitad cada 6.000 años, haciendo inviable detectar un cambio sutil en el índice de Carbono normal respecto al radioactivo, técnica en que consiste esta prueba de datación.

Así, este método analiza el índice de Carbono radioactivo, presente de forma natural en la atmósfera y los alimentos en niveles bajos, y lo compara con el Carbono normal del organismo. Estos niveles se mantienen de forma equivalente al de su entorno, mientras que, cuando el individuo muere, decaen los niveles de Carbono 14.

El doctor Frisén ha explicado que “la mayoría de las moléculas de la célula se regenera constantemente, pero el ADN es un tejido que no intercambia el Carbono después de la división celular, así que sirve a modo de cápsula del tiempo para el Carbono”. Así pues, todo el Carbono 14 del ADN de las células se adquiere en el momento de su nacimiento y, midiendo estos niveles, es posible precisar la fecha de nacimiento de las células individuales.

Para realizar su trabajo, Jonas Frisén y su equipo examinaron muestras de tejido de más de una docena de personas fallecidas, la mitad de las cuales nacieron entre 1965 y 1970.