El cocodrilo cubano sufre una crisis de identidad
MNCN/DICYT Fue Humboldt quien dio a conocer al mundo científico la existencia de dos cocodrilos en Cuba (1826), aunque confundió el nombre común del cocodrilo cubano llamándole caimán. Ambas especies fueron descritas por Cuvier en 1807, en el caso del cubano basándose en un cráneo del que ignoraba su procedencia. Este último es uno de los cocodrilos más pequeños, ya que no suele superar los 3,5 metros de longitud. Es una especie de agua dulce que vive en pantanos, manglares, ríos y canales, aunque hay informes históricos de su presencia en aguas salobres en la bahía de Cochinos.
Hasta mediados del siglo XIX, se distribuía ampliamente por la isla de Cuba y el registro fósil indica que en el Cuaternario también se encontraba en las islas Bahamas y las islas Caimán. Hoy en día, sin embargo, su distribución es la más pequeña de todos los cocodrilos. Se encuentra en la Ciénaga de Zapata, donde ocupa un área de unos 300 km2, en el suroeste de la península, donde vive en simpatría (misma zona geográfica) con el cocodrilo americano. También está presente en el pantano de Lanier de la isla de Juventud, en el que se han soltado varios cientos de ejemplares dentro de un programa de repoblación que se inició en 1994.
Sus hábitos terrestres condicionan su dieta, que incluye una amplia variedad de presas que van desde invertebrados, como crustáceos o moluscos, a vertebrados como peces, reptiles, aves y mamíferos; entre estos últimos, la presa típica es la jutía de Zapata (Capromys pilorides), que es un roedor muy abundante en la zona. Los quelonios también son comunes en su dieta, por ello los dientes en la parte posterior de la boca son más anchos que los del frente, lo que podría ser una adaptación para aplastar a las conchas de tortuga.
El cocodrilo cubano es un taxón cuya morfología, ecología y comportamiento es distinto al resto de las especies de Crocodylus. Las épocas de reproducción del cocodrilo cubano y el americano coinciden y su hibridación en la naturaleza parece ser un fenómeno histórico que continúa en la actualidad en las áreas del pantano de Zapata donde ocurren en simpatría. Se sospecha que los híbridos pueden expresar un mosaico de caracteres intermedios de los fenotipos parentales, pero no existe evidencia genética. En cautiverio se ha demostrado que su hibridación da lugar a individuos fértiles cuando se cruza un macho de cocodrilo americano con una hembra de cocodrilo cubano. Por otra parte, el cruce de un macho de cocodrilo cubano con una hembra de cocodrilo americano, da lugar a descendientes viables aunque se desconoce si son fértiles.
En Cuba, ambas especies han estado sometidas a una presión cinegética muy intensa desde mediados del siglo XIX hasta la década de 1960, lo que ha causado una disminución drástica de sus poblaciones. Aunque el cocodrilo americano se ha recuperado y se encuentra en la mayoría de las áreas costeras de Cuba, la población de cocodrilo cubano oscila en torno a los 3.000 individuos, y actualmente se encuentra "en peligro crítico" y está incluido en el Apéndice I de la Convención Internacional sobre Comercio de Especies Amenazadas de Flora y Fauna Silvestre (CITES). La hibridación con el cocodrilo americano es una de las amenazas más importantes para el cocodrilo cubano junto con la caza ilegal y la modificación del hábitat, por lo que su conservación a largo plazo requiere la identificación de individuos genéticamente puros e híbridos, y la disminución de las actividades humanas que deterioren su hábitat natural.
En la colección de Herpetología del MNCN se conserva el esqueleto de un ejemplar adquirido por la Comisión Científica del Pacífico (1862-1866), nº de catálogo: MNCN-45749. El esqueleto fue montado por Manuel Sánchez bajo la dirección de Mariano de la Paz Graells, quien dirigió el Museo entre 1851 y 1867.