Una salida sostenible para los residuos de poliestireno expandido
Cristina G. Pedraz/DICYT El poliestireno expandido (EPS, por sus siglas en inglés) es un material plástico conocido comúnmente como corchopán o corcho blanco que se utiliza en diversos sectores como el embalaje o la construcción. En el caso del embalaje, es frecuente el uso de bandejas de poliestireno expandido como soporte de alimentos perecederos por sus cualidades de higiene, aislamiento, ligereza y resistencia. No obstante, uno de los principales problemas de este material es su reciclaje, ya que es un plástico derivado del petróleo y por tanto no biodegradable.
En la actualidad solo se recupera aproximadamente el 50 por ciento de los residuos de poliestireno expandido, que acaban en un vertedero o siendo incinerados, una salida poco sostenible a nivel medioambiental. Con el objetivo de valorizar estos residuos para que puedan ser reaprovechados de nuevo en la industria, y así cerrar el ciclo de vida de este problemático material, el centro tecnológico Cartif junto con la empresa Turqueplast, Grupo El Árbol y Quercus, han puesto en marcha el proyecto Colreceps.
Colreceps fue aprobado en la pasada convocatoria de proyectos europeos LIFE+, con un presupuesto cercano a los 1’2 millones de euros. Como explica a DiCYT José Fermoso, investigador de la División de Medio Ambiente de Cartif, “el proyecto abordará una nueva forma de reciclado de poliestireno expandido y pondrá en marcha una planta prototipo tomando como base el área urbana de Valladolid”.
Fermoso detalla los problemas que genera actualmente la gestión de residuos de poliestireno expandido. Al ser una espuma, es un material poroso que pesa poco y ocupa mucho espacio. “Tiene mucho volumen y poca densidad, de forma que ocupa bastante espacio tanto a la hora de transportarlo como de depositarlo en el vertedero. Además con este residuo no se hace nada, se incinera o se deposita en el vertedero donde no se biodegrada”, precisa.
Generar nueva granza
El poliestireno expandido se fabrica a partir de granza, un compuesto de poliestireno en forma de “bolitas” preparado con un agente expansor (generalmente pentano, un hidrocarburo saturado). El objetivo de los investigadores es recoger la mayor fracción posible de residuos de poliestireno expandido que se generan y fabricar con ellos nueva granza, es decir, nueva materia prima. “Vamos a realizar una mezcla de reciclado físico y químico para generar nueva granza sin que se produzca una pérdida de propiedades del material, así se puede volver a utilizar e incluso añadir otras propiedades, como el color”, señala el investigador de Cartif.
Para ello, en los próximos tres años (el proyecto comenzará en el próximo mes de octubre y se prolongará hasta diciembre de 2016) Turqueplast y Cartif pondrán en marcha una planta demostrativa en las instalaciones de la empresa, en la que tratarán de industrializar este sistema de reciclado de forma piloto tomando como base el área urbana de Valladolid. Según Fermoso, la idea es planificar plantas de un tamaño adecuado para cada zona, aunque primero “se van a evaluar los residuos que se generan en Valladolid, se van a clasificar para conocer qué porcentajes se pueden utilizar directamente, cuáles hay que limpiar y cuáles no se pueden reaprovechar, ya que algunos vienen tan dañados que no se pueden recuperar”.
La planta piloto, que en principio estaría lista en 2014, tendrá una capacidad de gestión aproximada de 500 kilogramos al día de residuos de poliestireno expandido, lo que supone unas 146 toneladas año. Si el modelo resulta económica y medioambientalmente viable, la planta ampliaría su capacidad para gestionar todos los residuos que se generan en Valladolid.