Alimentación España , Palencia, Lunes, 19 de diciembre de 2011 a las 15:10

Un estudio determina la ineficacia de los tratamientos químicos en la lucha contra los topillos

Según el trabajo, publicado en la revista ‘Galemys’, las campañas de envenenamiento llegaron cuando la plaga ya se había extinguido por sí sola

CGP/DICYT El naturalista palentino Fernando Jubete ha publicado un artículo en la revista Galemys (Revista Española de Mastozoología) donde se pone de manifiesto que los tratamientos con rodenticidas (bromaliodona y clorofacinona), productos químicos utilizados para el control de la plaga de topillo campesino (Microtus arvalis) en los años 2007 y 2008, fueron “ineficaces, se aplicaron tarde, y sus efectos sobre las especies no diana fueron devastadores, causando la muerte de miles de ejemplares de especies como liebres, calandrias, alondras comunes o perdices rojas”.

 

En concreto, el estudio ha tenido como objetivo evaluar si la realización de los tratamientos químicos ha sido efectiva para el control de las poblaciones de Microtus arvalis, para lo cual se han comparado los datos de las campañas de tratamientos con rodenticidas con dos estudios llevados a cabo en la zona para conocer la abundancia de topillo campesino. El primero se basa en el análisis de la dieta de la lechuza común, y el segundo en los censos por carretera de rapaces diurnas, los cuales permiten conocer de forma indirecta la abundancia de presas, en este caso de topillo campesino.

 

Con ambos métodos, se puede comprobar cómo los valores de máxima abundancia de topillo campesino no coinciden con las fechas de inicio de las campañas de envenenamiento, que comenzaron nueve meses tarde en 2007 y con seis meses de retraso en la campaña de 2009. En opinión del investigador, se pone de manifiesto la “ineficacia” de los tratamientos químicos, que fueron realizados meses más tarde del inicio de la explosión demográfica, cuando ésta se encontraba ya en su pico máximo o en fase de colapso.

 

Durante la investigación se analizaron 16 lotes de egagrópilas (bolas formadas por restos de alimentos no digeridos que algunas aves regurgitan) de lechuza común, uno por trimestre a partir de enero, identificándose 3.964 presas, de las cuales el 96’3 por ciento eran micromamíferos correspondientes a siete especies y el 63’7 por ciento pertenecían a Microtus arvalis. Los porcentajes de presencia de Microtus arvalis en cada trimestre han variado entre el 96’6 por ciento obtenido durante un pico demográfico y el 18 por ciento obtenido tras el colapso de dicha explosión demográfica.


Dos explosiones demográficas

 

Según señala Fernando Jubete en su estudio, remitido a DiCYT, los datos “permiten detectar dos explosiones demográficas, una con fecha de inicio en el segundo trimestre de 2006 y final en el segundo trimestre de 2008”; y un segundo ciclo “que comenzó en el segundo semestre de 2009 y que a finales de ese mismo año pareció entrar en colapso”. Durante los recorridos por carretera y entre enero de 2005 y diciembre de 2009, se contabilizaron, asimismo, 5.387 rapaces de 15 especies diferentes.

 

Otra importante conclusión que se puede deducir del estudio es que las poblaciones de roedores colapsan “por sí solas”, como lo describe una abundante literatura, por lo que las campañas de envenenamiento, a su juicio, “carecen de sentido, suponen unos grandes costes económicos y tienen además un grave impacto ambiental al provocar la muerte de otras especies no diana”.