¿Por qué las ballenas pueden cambiar el movimiento de los cóndores?
CONICET/DICYT El cóndor andino (Vultur gryphus) es una de las aves voladoras más grandes del mundo, y es básicamente carroñera -es decir, que se alimenta animales muertos-. Esta especie habita a lo largo de la cordillera y anida en acantilados rocosos generalmente protegidos y de difícil acceso.
Dado que los cóndores localizan los cadáveres de los que se nutren a través de su visualización, las zonas boscosas -aunque puedan rodear a sus sitios de nidificación- no son aptas para buscar su alimento, por lo que a veces pueden recorrer grandes distancias para poder hacerlo. Así mismo, se trata de una especie que tiene demostrada capacidad de adecuar su dieta a los recursos disponibles, que en tiempos recientes pasó de alimentarse de herbívoros silvestres a hacerlo también, en gran medida, de ganado.
Un equipo de investigación internacional encabezado por Sergio Lambertucci, investigador independiente del CONICET en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA, CONICET – UNCOMA), estudia el comportamiento de los cóndores en el noroeste de la Patagonia a través del marcaje de individuos con trasmisores de GPS que otorgan información detallada, fundamental sobre el movimiento de los mismos.
En el marco de estos seguimientos, los investigadores notaron que varios individuos adultos marcados del lado argentino de la cordillera la cruzaban para ir hacia Chile a pocos kilómetros de la costa marina a nidificar, pero no parecían alimentarse allá. De estas observaciones surgió la necesidad de buscar una explicación para estos patrones de movimiento sustentada en evidencia científica. Los resultados fueron publicados hace unos días en la revista Proceedings of the Royal Society B.
“La hipótesis que surgió es que estos cóndores venían actualmente a comer del lado Argentino por que del lado chileno ya no tenían alimento. Sin embargo, era llamativa la localización de los nidos tan cercanos a la costa chilena. Creíamos la existencia de esos nidos localizados en una zona tan apartada de su lugar de alimentación actual (en algunos casos estas aves necesitaron hacer recorridos de hasta de 176 km para alimentarse) se debería a que tiempo atrás estas aves se nutrirían de los cadáveres de mamíferos marinos -principalmente las ballenas filtradoras- hoy muy reducidos a nivel mundial debido a la acción del hombre en los últimos cien años”, comenta Lambertucci.
Para poder verificar esta hipótesis, los científicos realizaron análisis isotópicos de las plumas de cóndores actuales de la Patagonia y de individuos de la misma especie que habitaron la zona entre 1841-1933 en búsqueda de poder saber si los cadáveres de mamíferos marinos habían conformado en un pasado – antes que comenzara su brusca reducción- un componente más habitual de la dieta de los cóndores.
“Los resultados que obtuvimos son muy interesantes y apoyan nuestra hipótesis respecto de la modificación de la dieta de los cóndores. Mientras para los individuos actuales los recursos marinos componen en promedio menos de un 8 por ciento de su alimentación, para los antiguos representaba cerca de un tercio de la misma”, afirma Lambertucci.
La razón por la cual tantos los cóndores que anidan al este como al oeste de la cordillera se alimentan en territorio argentino tendría explicación en la características del paisaje y de la fauna a ambos lados de la cadena montañosa.
“El margen occidental la cordillera termina en la Costa del Pacífico, mediada por una zona boscosa en la que los animales al morir no se transforman en un recurso disponible para los cóndores que requieren de áreas abiertas para poder buscar y descender. En cambio, del lado argentino se une a la estepa patagónica, muy abundante en herbívoros nativos y exóticos, donde también se realiza la cría extensiva de ganado”, explica el investigador.
De acuerdo a Lambertucci, si bien del lado chileno también hay ganado este se produce en parcelas pequeñas, de pocas hectáreas, por lo que los pequeños productores al morir un animal lo remueven rápidamente porque pude ser un foco infecciosos, sin dar tiempo a que se conviertan en alimento para las aves carroñeras.
“Nuestros resultados sugieren fuertemente que si bien la distribución de los nidos a ambos costados de la cordillera no ha sido modificada por la acción humana en las últimas décadas – se trata de acantilados en la roca muy agrestes, con bajo impacto antrópico – sí se ha modificado mucho la fuente de alimentación, que del lado argentino pasó a ser principalmente ganado y del chileno se perdió al reducirse de forma drástica la fauna marina”, afirma el investigador.
“Es muy interesante por lo tanto considerar que los cambios que el hombre realiza en un ambiente tan distante a la cordillera como el océano, puede estar impactando a decenas de kilómetros del mismo. Esto es algo que muchas veces no se considera, pero que es clave, ya que los ecosistemas están interconectados de muchas maneras y los efectos que producimos son muchas veces impensados”, concluye Lambertucci.