Ciencias Sociales España Salamanca, Salamanca, Miércoles, 03 de diciembre de 2003 a las 12:15
Artículo de opinión de Marcelo Sabbatini. Profesor del Master CTS de la Universidad de Salamanca

Los seis grados de separación en las redes sociales

Un análisis sobre el concepto de "Mundos Pequeños" y las relaciones interpersonales

MS/DICYT 


¿Cuántas veces el lector ha entablado una conversación con un perfecto desconocido, solamente para descubrir que el cuñado de primo de su contable es amigo íntimo de la prima de su interlocutor? ¿Es posible que entablando una conversación con el Papa, por ejemplo, también el lector descubriera amigos casi comunes? Aunque esta idea pueda parecer trivial por un lado, y fantástica por otra, se relaciona con el concepto de las redes de “mundos pequeños” y de los “seis grados de separación”, objetos de seria investigación científica en la actualidad.

En concepto del problema de “mundos pequeños” aparece por primera vez en un artículo científico titulado “The Small World Problem” publicado en la revista Psychology Today en mayo de 1967, por el psicólogo Stanley Milgran. El experimento consistió en elegir de forma aleatoria pares de personas, designando a la primera como la “fuente” y la otra como el “blanco”. La persona fuente debería enviar un mensaje a la persona blanco, teniendo para esto que enviar una carta a cualquier persona que juzgara pudiera conocer a la otra. La carta también instruía su receptor a realizar el mismo procedimiento, proceso que se debería repetir hasta que llegara a la fuente. Los resultados han revelado que el número de enlaces intermedios entre una persona y otra se situaba entre 2 y 10, con un promedio de seis. También es interesante que Milgran fue el responsable por el famoso, y no menos controvertido, experimento sobre la “Obediencia a la autoridad”, que desveló que la mayoría de las personas pueden demostrar un comportamiento cruel, si creen están desempeñando determinado papel, en conformidad con la expectativa de una autoridad o de un grupo de presión.

En la actualidad, esta idea ha tenido un gran impacto sobre la cultura, sobretodo a partir de la obra de teatro “Seis grados de separación” (1990) de John Guare, llevada posteriormente al cine con la película homónima protagonizada por Donald Shuterland y Will Smith, en 1993. Aunque en el argumento no se trate directamente la idea, sí recupera la noción de que todas las personas en el globo se encuentran separadas apenas por otras seis.

La idea tiene su fuerza y su encanto. Más o menos en la misma época tres estudiantes universitarios inventan “Los seis grados de Kevin Bacon”, basado en este concepto. El objetivo es encontrar un vínculo, es decir aparecer en una misma película, entre cualquier otro actor y el actor norteamericano Kevin Bacon, en el menor número de pasos posibles. Este número de pasos se define como el número de Bacon. Lógicamente, él mismo tiene un número de Bacon igual a cero, mientras que los demás se sitúan entre 2 y 3. Una de los retos del juego consiste en buscar números altos, es decir, entre 7 y 8, que son bastante raros. Más raro aún es un número infinito, por ejemplo de un tal Fred Ott, que ha aparecido en apenas tres películas, en todas ellas solo, de manera que es imposible establecer un vínculo.

Si el lector tiene curiosidad de probarlo, “El oráculo de Bacon” (http://www.cs.virginia.edu/oracle/) es una simulación interactiva realizada por dos estudiantes de ciencias de la computación que utiliza la base de datos de películas Internet Movie Database como fuente de datos. Según el “oráculo”, el número promedio de Bacon en el universo investigado es 2,943. También curiosamente, Kevin no es el mejor “centro del universo”, pues hay otros actores que tienen un promedio más bajo, en otras palabras, son mucho más “interconectados”, por ejemplo Rod Steiger, de la película “Tiburón”, que ocupa la primera posición.

El problema de los mundos pequeños se puede aplicar a cualquier grupo social. La comunidad científica que funciona básicamente debido a su estructura comunitaria, con la naturaleza acumulativa – los nuevos hallazgos se hacen en función del trabajo realizado previamente por otros científicos, que han sentado una base para que estos ocurran- de la construcción del conocimiento es un campo ideal para este análisis. El mismo concepto del juego de Bacon se viene utilizando en las ciencias, desde hace tiempo, a través del número de Erdos, basado el eminente matemático húngaro dedicado al estudio de las redes de mismo nombre. Aquí, se trata de identificar a cuántos pasos de co-autoría un determinado científico se encuentra de Erdos. Las personas que han co-escrito un artículo científico con este matemático poseen un número igual a zero; aquellos que han co-escrito un artículo con alguien que ha co-escrito un artículo con Erdos poseen un número igual a uno, y así sucesivamente. Un estudio reciente, de Mark Newman del Santa Fe Institute en Nuevo México ha situado los números de Erdos entre cuatro y nueve según el área científica, con un promedio de justamente, ¡seis! En la práctica, esto se traduce en una diseminación de ideas y actitudes más eficaz dentro de la comunidad científica.

Pero como todo en el mundo es innovación, la moda ahora es encontrar una combinación entre los dos números, el llamado número Erdos-Bacon, definido como la suma de los anteriores y que se origina de una curiosa mezcla de ciencia y cultura. El punto de partida ha sido la aparición de varias películas que tratan el mundo de las matemáticas, de forma que en ella aparecen personas que han escrito artículos científicos y participan en el mundo del cine. Erdos tiene un número de Bacon igual a 4, entrando en la comunidad de los actores por haber protagonizado un documentario sobre la investigación matemática. Pero los plumarquistas son los también matemáticos Brian Greene y Dave Bayer que han actuado en “Frecuency” y “Una mente maravillosa”, respectivamente, sumando un número combinado de 5. Quizás ahora los actores empiecen a co-escribir artículos científicos, con el objetivo de bajar sus números Erdos-Bacon…

Algunos especialistas que han estudiado el fenómeno de los mundos pequeños afirman que el fenómeno se produce debido a la existencia de individuos en la sociedad altamente conectados, que establecen los vínculos entre las personas “más comunes”. Por otro lado, si se calcula matemáticamente, el fenómeno de los seis grados de separación no es tan radical; se puede estimar que con apenas cincuenta conocidos una persona puede estar conectada a 15 billones más.

Otros estudios de redes sociales encuentran resultados muy similares. Por ejemplo, Pablo Gleiser y Leon Danon de la Universidad de Barcelona han verificado que entre 1912 y 1940 la comunidad del jazz era extremamente interconectada, quizás más aún que otras redes. Por otro lado, parece que también los delfines se organizan según mundos pequeños, concluye David Lousseau de la Universidad de Aberdeen. Pero al revés de las comunidades profesionales, en la naturaleza son pocos los individuos “centros del universo”, intensamente conectados. Esto se explica debido a que, si un delfín “conectado” se muere, la comunidad todavía permanecería unida. La coincidencia de todos estos estudios, por otro lado, nos puede llevar a pensar que existe una tendencia estructural en la forma como crecen las organizaciones de red, hasta llegar a la configuración de “mundo pequeño”.

Pero, finalmente ¿cuál es la utilidad de todas estas maquinaciones? La teoría de los mundos pequeños se ha aplicado en ciencia y tecnología para el el diseño de redes telefónicas, pasando por la interconectividad de células cerebrales e incluso en los estudios de transmisión de enfermedades venéreas. En su aspecto social, también se pueden utilizar para la comprensión de cómo las noticias, los rumores e incluso la opinión política se extienden a través de la sociedad. En otras palabras, los estudios de los mundos pequeños se vinculan a todos aquellos procesos de transmisión de lo que se podría definir ampliamente como “información” a través de una red. Pero además de su valor científico, quizás tengan un valor moral y ético, de hacernos reflexionar acerca de cuán cerca estamos de la otras personas, en este pequeño mundo en que vivimos.