"Los países emergentes necesitan una transferencia rápida de tecnologías que les permita desarrollar energías limpias"
JPA/OEI-AECID/DICYT Sólo dos expertos españoles estuvieron presentes en la reunión que celebró el pasado verano en Venecia (Italia) el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés). El objetivo de este encuentro era sentar las bases del próximo informe que elaborará este organismo y que no verá la luz hasta 2014. Uno de estos dos expertos es Xavier Labandeira Villot, catedrático del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Vigo, que está muy pendiente estos días de la preparación de la Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático que Naciones Unidas celebrará en diciembre en Copenhague (Dinamarca), una cita que promete ser la más importante desde Kyoto.
Aunque para muchos, el IPCC era un desconocido hasta que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2007 junto con el ex vicepresidente estadounidense Al Gore, este organismo nació en 1988 y está formado por casi todos los países de la ONU. “Lo más interesante es que busca recoger el conocimiento científico sobre asuntos relacionados con el cambio climático de una manera neutral, no quiere que los científicos se posicionen sobre mejores o peores políticas, sino que se trata de saber si realmente hay cambio climático, qué impactos puede tener y qué alternativas tecnológicas y reguladoras tenemos para evitarlo”, afirma Xavier Labandeira.
Sobre algunas interrogantes ya no hay dudas, a pesar de la polémica que sigue rodeando el debate sobre el clima. “Lo que dice el último informe es que estamos seguros de que ha habido calentamiento global en los últimos decenios. Después, añade que hay una alta probabilidad de que este calentamiento haya sido originado por el ser humano, es decir, no tenemos una seguridad total como en el caso anterior, pero manejamos una probabilidad muy alta, más del 90%. Esto es lo que recogen los científicos después de muchos años de trabajo, de procesos de evaluación de este conocimiento y de interacciones entre ellos”, señala el miembro del IPCC.
Los informes, herramienta fundamental
Los informes de evaluación sobre el cambio climático han sido la gran aportación del organismo intergubernamental con su aparición y los ha publicado en 1990, 1995, 2001 y 2003 (completado en 2007) “Estamos preparando el quinto, para el año 2014, pero los anteriores fueron muy importantes para marcar las estrategias negociadoras y las políticas de los distintos países, es decir, si tenemos un protocolo de Kyoto es porque en su día el IPCC dijo que éste era un problema relevante que había que intentar abordar y lo que ahora se está negociando para Copenhague tiene que ver con lo que mostró el informe de 2007”, asegura el experto.
Dichos informes son instrumentos “muy trabajados” donde se intenta buscar el consenso científico sobre varios temas y están muy sujetos a evaluación. Miles de científicos participan como autores de los capítulos o como revisores en un proceso “muy laborioso”. La reunión de Venecia congregó a 200 expertos de todos los países del mundo y de todas las áreas para marcar el índice del próximo informe y se dividió en tres grupos. El primero, dedicado a la ciencia básica del cambio climático, “para ver cómo las emisiones y concentraciones generan el cambio climático, en qué medida y qué efectos tiene a gran escala”. Un segundo grupo es el de impactos, “donde se busca ver las repercusiones en distintos sectores y cómo se pueden cuantificar física y económicamente”. Finalmente, “el tercer grupo, en el que estoy yo, se ocupa de opciones tecnológicas para luchar contra las emisiones de gases de efecto invernadero o de otros precursores del cambio climático y de alternativas reguladoras”.
Elaborar un trabajo de esta importancia “es un proceso lento pero muy importante, porque al ser un problema de tal magnitud y gran importancia social los políticos quieren estar seguros de lo que se hace”, apunta Labandeira.
Inercias climáticas
No sólo los científicos pueden realizar aportaciones, también la Economía tiene un papel central. “Los economistas entramos en acción cuando se nos dice que hay un recurso escaso que gestionar, pero entiendo que el consenso es muy elevado y hoy en día ya no se debate en estos términos. La cuestión ahora es si estamos dispuestos a arriesgarnos a sufrir una subida de temperatura de más de cuatro o cinco grados, ya que sería entrar en un régimen climático que no conocemos. Nos hemos desarrollado en un periodo climático estable que no tiene nada que ver con el de hace millones de años, así que nos estamos adentrando en un territorio desconocido y tenemos una oportunidad de reacción muy pequeña”, afirma. “Las inercias climáticas son muy difíciles de cambiar, es como un gran petrolero, que necesita varias millas de recorrido para poder hacer una maniobra que modifique su rumbo; si no actuamos ahora, en un periodo de 10 ó 15 años lo tenemos muy complicado para poder responder a cambios asequibles para nosotros. Ya es inevitable el aumento de dos grados centígrados y vamos a tener que hacer muchas cosas incluso haciendo todo lo posible a partir de ahora para evitar las emisiones”, agrega.
El aspecto económico también es central en la próxima reunión de Copenhague. “El gran fallo de Kyoto es la no incorporación explícita de grandes economías y grandes emisores, como China, la India o Brasil”, explica, en referencia a que la posibilidad de que estas economías emergentes se sumen a la reducción de emisiones pasa por compensaciones económicas. “Estados Unidos tiene que entrar y esto parece claro, pero no está tan claro que lo hagan los países en vías de desarrollo y es fundamental que lo hagan, aunque sea con objetivos menos ambiciosos o con rangos temporales más alejados en el tiempo, pero deben entrar”, comenta.
Exigencias concretas de reducción de emisiones
“Estamos debatiendo cómo hacer que estos países entren, lo que sucede hoy en día sólo los negociadores lo saben, pero intentamos que se comprometan con objetivos explícitos. Su papel no debe ser sólo apoyar el protocolo, sino tener exigencias explícitas de reducción, porque no haríamos nada si el mayor emisión mundial de CO2, que es China, no entra; da igual emitir una tonelada de C02 desde España que desde Pekín”, indica. “Si ellos no entran y las actividades económicas que más emiten se trasladan allí, no hacemos nada”, añade.
Entonces, ¿cómo conseguir ese compromiso? “Tenemos que pensar en compensaciones para estos países, porque el cambio climático es un problema ocasionado por la forma de vida de los países desarrollados, por nuestras emisiones históricas. “Esto exige dinero encima de la mesa”, asegura.
Adaptación a un hecho consumado
“El cambio climático está ya en marcha y nosotros tenemos recursos para adaptarnos, pero los países en vías de desarrollo no, así que debemos compensarles para que un problema ético no nos avergüence de cara al futuro. Si causamos grandes concentraciones de emisiones en la atmósfera, tenemos que paliar las consecuencias en aquellos sitios donde no puedan hacerlo con lo medios locales. Tenemos que poner dinero para realizar una transferencia rápida de tecnologías que les permite a los países en vías de desarrollo tener renovables y formas limpias de producción. Ya estamos bastante convencidos de que habrá cambio climático por mucho que hagamos ahora. Así que tenemos que pensar en la adaptación: diques para nuestras costas, nuevas formas de agricultura, casas más resistentes al calor y los eventos extremos, también de geoingeniería, grandes alternativas peligrosas para compensar el aumento en las emisiones con otro tipo de compuestos químicos que podamos soltar en la atmósfera para evitar un calentamiento excesivo”, apunta Labandeira.
En cualquier caso, en Copenhague los expertos proponen y los gobiernos disponen. “El IPCC es un organismo consultivo, es científico, pondrá sus trabajos encima de la mesa, pero el acuerdo es político al 100%, tienen que ser los gobiernos los que tomen la decisión de firmar un nuevo protocolo en unas condiciones determinadas. Eso lo harán sabiendo que el problema es grave y conociendo las certidumbres que tenemos los científicos”, comenta.