¿Los murciélagos espían a sus presas en el dosel?
STRI/DICYT Se acerca el crepúsculo cuando Amanda Savage empieza su trayecto a lo largo de un sendero boscoso en la isla de Barro Colorado (BCI). Esta bióloga de murciélagos y becaria a corto plazo en el laboratorio de Rachel Page, en el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI), quiere entender las interacciones entre los murciélagos y sus presas en el dosel del bosque. En particular, quiere saber cómo los murciélagos aprovechan los llamados sexuales que sus posibles presas emiten a distintas alturas.
Para hacerlo, se certificó en trepa de árboles y elaboró un sistema de cámara trampa conectado a un altavoz, que podría elevarse hasta 20 metros del suelo del bosque. Una vez en el dosel, los altavoces fueron programados para reproducir los sonidos de cigarras o saltamontes machos después del anochecer, cuando los murciélagos hambrientos salen en busca de alimento.
Los murciélagos son conocidos por la ecolocalización. Emiten una onda de sonido y usan el eco que esta produce como mecanismo para la navegación nocturna y para localizar a sus presas. Los insectos, a su vez, podrían reaccionar a esta ecolocalización reduciendo el sonido de sus llamados o empleando otros comportamientos de defensa.
Los investigadores en el Laboratorio Page han estado estudiando intensamente a los murciélagos que atrapan a sus presas, no en el aire, sino en la vegetación, el suelo del bosque y otras superficies. Debido a la densidad de los bosques, la ecolocalización no funciona bien para encontrar presas en estos entornos.
Los murciélagos ‘espías’ superan esta dificultad escuchando los sonidos producidos por sus presas, ya sea los que hacen mientras se mueven a través de su hábitat o sus llamados de comunicación. Atender a los sonidos de sus presas es un proceso llamado “escucha pasiva”. Los murciélagos en el sotobosque saben hacer esto muy bien, pero se desconoce si los murciélagos que se alimentan en el dosel también lo hacen. Amanda quería averiguarlo.
“Con este mecanismo, los murciélagos no están anunciando que vienen, solo están escuchando. Es una forma astuta de burlar a sus presas”, dice Amanda.
Con tres juegos de cámaras trampa y altavoces, uno colocado en el suelo y dos colgando en el dosel del bosque, a 12 y 20 metros del suelo, reproduciendo los mismos sonidos de insectos, Amanda espera recabar información en video sobre qué llamadas son especialmente atractivas para los murciélagos a diferentes alturas. Esto, a su vez, podría darle una idea sobre si la altura juega un rol en la capacidad de los murciélagos para usar las llamadas de apareamiento de sus presas para localizarlas.
“Esta podría ser la primera evidencia de que los murciélagos escuchan a sus presas en el dosel”, destaca Amanda.
Esto es emocionante para ella, porque le permite empezar a responder preguntas sobre cómo se han ido desarrollando las interacciones entre depredadores y presas a lo largo de millones de años. Comprender las interacciones acústicas de estos animales también es crucial para fines de conservación.
Por ejemplo, el dosel del bosque es un hábitat altamente especializado para las interacciones depredador-presa. La contaminación acústica y la deforestación pueden afectar las interacciones naturales que se han desarrollado durante milenios y afectar en gran medida a las especies que dependen de este hábitat para aparearse o para encontrar su alimento.
Ahora Amanda está analizando varios meses de datos, mientras aplica a programas de doctorado. Su experiencia en STRI la ha motivado a continuar haciendo y contestando preguntas sobre la ecología de los murciélagos.
“Mi beca a corto plazo en STRI realmente me ayudó a desarrollar mis habilidades para la investigación, y estar en BCI fue una gran oportunidad para observar las cosas naturalmente como son. Ha sido un gran momento para mi transición a la ciencia”, concluye Amanda.