La UCAV premia un proyecto sobre el cálculo de la huella de carbono en el Congreso Mundial de Universidades Católicas
CGP/DICYT La Comisión de Proyectos y Trabajos Fin de Carrera Universidad Católica de Ávila (UCAV) ha otorgado el IX Premio al Mejor Proyecto o Trabajo Fin de Carrera del curso 2010-2011 al trabajo Cálculo de la huella de carbono del Congreso Mundial de Universidades Católicas, realizado por el alumno Juan Ignacio Canelo Pérez, y dirigido por los profesores Pedro Mas y Sergio Zubelzu. El proyecto, que forma parte de las actividades del grupo de investigación Tecnología y cambio climático y fue calificado con Matrícula de Honor.
Esta investigación presenta una continuidad en el grupo de investigación que va a aplicar la medición de la huella de carbono en el sector agroalimentario (tostón de Arévalo) y en el de la automoción.
La huella de carbono es un indicador que permite valorar numéricamente la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero producidas como consecuencia de un proceso, producto, empresa, evento o servicio. Muestra el impacto ambiental a través del inventario de las emisiones asociadas a los diferentes gases de efecto invernadero, explicó a DiCYT Juan Ignacio Canelo.
El transporte por avión y carretera de una persona que viaja desde Argentina hasta Ávila supone una emisión a la atmósfera de tres toneladas de dióxido de carbono (CO2). Si su propósito es acudir a una cita que dura más de un día necesitará dormir en un hotel y desplazarse por la ciudad varias veces, lo que también genera emisiones. El estudio concluye que el encuentro supuso lanzar a la atmósfera 760 toneladas de CO2, una media de 1’3 por asistente.
El 90 por ciento de las emisiones que se generan en un congreso como éste proceden del transporte, tanto de los ponentes como del material que se utiliza durante su desarrollo. Del resto, destaca la energía, las materias primas, el alojamiento o el combustible, ha incidido. "Todos las acciones, productos o servicios de un evento como éste suponen unas emisiones a la atmósfera, y el objetivo del trabajo ha sido medirlas, pero también proponer medidas para su compensación en un futuro".
Medidas propuestas
Para reducir esta huella, el joven investigador propone la adopción de energías renovables, en lugar de fósiles. Además, a los congresistas que se desplacen desde largas distancias, como en el caso de la cita analizada desde Asia o Sudamérica, se les podría cobrar una cifra simbólica que se destinaría a comprar emisiones de CO2.
Canelo ha detallado que existen dos mercados de adquisición de estos derechos. En el primero de ellos se encuadran todas las industrias que generan un elevado nivel de emisiones, las cuales tienen unas limitaciones anuales que, si las sobrepasan, están obligados a compensar con la adquisición de emisiones en estos sumideros de carbono. El segundo mercado es voluntario, y está dirigido a todas las empresas o particulares que quieran compensar lo que contaminan con CO2 a través de la compra de una cantidad equivalente.
El dinero recaudado se suele destinar a proyectos verdes, habitualmente en países en vías de desarrollo en los que, por ejemplo, se plantan árboles para generar un nuevo bosque. "Se intenta crear un equilibrio comprando esas toneladas de emisión en sumideros de CO2. O sea, pago por lo que emito y sé que eso se va a destinar a proyectos que, por así decirlo, consumen el CO2” que he lanzado a la atmósfera, ha detallado el ingeniero.
Aunque el precio de la tonelada es variable, suele situarse entre 4 ó 5 euros, por lo que la cantidad que se le pediría a un asistente al congreso que viaje desde Argentina sería de 12 euros, y con la recaudación total se ayudaría a paliar el daño que supone para la atmósfera la emisión dióxido de carbono durante estos encuentros.