Health Brazil , Brasil, Tuesday, October 25 of 2016, 15:21

La restricción del sueño durante la gestación puede generar hipertensión en la vida adulta

Experimentos con ratas muestran que el dormir menos que lo necesario en el transcurso de la gestación puede perjudicar el desarrollo renal de las crías y predisponerlas a contraer enfermedades

AGÊNCIA FAPESP/DICYT El hecho de dormir poco durante la gestación puede tornar a la prole más propensa a desarrollar hipertensión y enfermedades cardiovasculares durante la vida adulta. Al menos esto es lo que sugieren los resultados de un experimento realizado con ratas en la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), en Brasil.

 

Guiomar Nascimento Gomes, docente del Departamento de Fisiología de dicha universidad, presentó los datos de este estudio en la localidad de Foz do Iguaçu, en el estado sureño de Paraná, durante la 31ª Reunión Anual de la Federación de Sociedades de Biología Experimental (FeSBE) de Brasil. La investigación contó con el apoyo de la FAPESP.

 

“Sabemos que la restricción del sueño está asociada a diversas alteraciones hormonales, y demostramos que cuando ésta ocurre durante la gestación, sus consecuencias pueden afectar a la prole. Lógicamente, los resultados observados en ratas no pueden transponerse directamente a humanos, pero constituyen un primer indicio”, declaró Nascimento Gomes a Agência FAPESP.

 

Según la investigadora, el tiempo promedio de sueño considerado ideal en el caso de las ratas es similar al recomendado para humanos: entre siete y ocho horas por noche. En el experimento, las ratas preñadas tuvieron ese período de sueño reducido a cuatro horas, pero sólo durante la última semana de gestación, lo cual, de acuerdo con Nascimento Gomes, equivaldría al último trimestre de gestación humana. En ratas, el feto tarda aproximadamente 21 días para desarrollarse en el vientre materno.

 

“Nuestro objetivo principal consistía en investigar el efecto de la privación del sueño materno sobre la función renal de la prole, y es precisamente en esa etapa final de la gestación cuando ocurre la formación de los riñones. Estudios anteriores de nuestro grupo habían indicado que la restricción del sueño solamente en la última semana era suficiente como para inducir alteraciones significativas”, comentó Nascimento Gomes.

 

Luego del nacimiento, los investigadores observaron que, en comparación con el grupo de control, las crías de las ratas privadas de sueño presentaban una disminución de la cantidad de nefronas, que son las unidades funcionales del riñón encargadas de filtrar la sangre y formar la orina. Los animales también presentaron hipertrofia glomerular y exhibían una tasa de filtración glomerular alterada con respecto al grupo de control.

 

Asimismo, se observó un aumento de la actividad simpática referente al corazón, un factor que favorece la elevación de la frecuencia cardíaca. Según informó Nascimento Gomes, parece existir en estos animales un perjuicio del barorreflejo, un importante mecanismo de ajuste rápido de la presión arterial existente en el sistema nervioso central.

 

“Normalmente, cuando existe una elevación de la presión arterial por algún motivo, se activa el barorreflejo y esto induce una serie de modificaciones en el organismo con el objetivo de disminuir la frecuencia cardíaca y reducir los niveles de presión. Sin embargo, en esas ratas, esa respuesta no se produce como debería”, dijo Nascimento Gomes.

 

Como consecuencia de esas alteraciones, las crías machos de las ratas privadas de sueño desarrollaron hipertensión alrededor de tres meses después del nacimiento, luego de llegar a la edad adulta (equivalente aproximadamente a los 25 años en humanos). Las hembras, por otro lado, exhibían valores de presión arterial aún dentro de la franja considerada normal, aunque más altos que los observados en las integrantes del grupo de control.

 

“Las hormonas femeninas dotan de protección al sistema cardiovascular, dado que contribuyen con la producción de óxido nítrico, un potente vasodilatador que mejora la función renal”, explicó Nascimento Gomes.

 

En tanto, en un segundo experimento, a las crías hembras de las ratas privadas de sueño se les extirparon los ovarios cuando eran aún muy jóvenes, y aproximadamente a los ocho meses de edad también se volvieron hipertensas. Los resultados de ese estudio se dieron a conocer en agosto pasado en la revista Physiological Reports.

 

Y los datos de las pruebas con las crías machos se habían descrito previamente en las revistas PLoS One y Clinics.

 

Programación fetal

 

A juicio de Nascimento Gomes, el estrés causado en las madres debido a la privación del sueño –y el consiguiente aumento de la liberación de la hormona corticosterona (el equivalente al cortisol humano)– sería una de las posibles causas del perjuicio observado en el desarrollo renal de las crías.

 

“Existe una enzima en la placenta que protege al feto contra la hormona del estrés, que es la 11 beta HSD (11 beta hidroxiesteroide desidrogenasa). Sin embargo, al final de la gestación, su cantidad se encuentra reducida, pues el feto requiere corticoides para concluir su maduración. Así y todo, de haber un exceso de corticosterona, pueden producirse daños”, afirmó la investigadora.

 

Aún serán necesarios nuevos estudios para comprobar esta teoría. Otra posibilidad futura de investigación, según Nascimento Gomes, consiste en analizar en el sistema nervioso central de las crías la expresión de proteínas que integran el sistema renina-angiotensina-aldosterona, un conjunto de proteínas encargado del control de la presión arterial.

 

De acuerdo con Nascimento Gomes, los perjuicios renales observados en la prole en ese modelo de privación de sueño fueron de alguna manera similares a los detectados en otro estudio realizado en la Unifesp por la profesora Frida Zaladek Gil, en el cual ésta sometió a ratas preñadas a una restricción alimentaria.

 

“Son modelos de programación fetal que parecen estimular el desarrollo de la hipertensión arterial. El organismo del feto, cuando es sometido a una condición adversa, privilegia el desarrollo de algunos órganos en detrimento de otros. Los riñones se ven perjudicados en detrimento del corazón y del cerebro, por ejemplo”, explicó Nascimento Gomes.

 

En Brasil, según la investigadora, al menos 25% de la población padece hipertensión, y expertos estiman que existe un subnotificación de casos. “Es común que no se sepa el origen del problema. Puede ser que la programación fetal tenga una participación importante. Varios factores pueden estar contribuyendo a ello, y debemos conocer cuáles son. Espero que los resultados de este estudio contribuyan para poner de relieve ante la gente la importancia de dormir un mínimo necesario”, dijo la investigadora.

 

El efecto de la diabetes

 

También durante la FeSBE, Nascimento Gomes presentó los resultados de otra investigación de su grupo. En ella, demostró de qué manera el descontrol de la diabetes durante la gestación puede afectar la actividad renal y elevar el riesgo de hipertensión en la prole. Este experimento también se realizó con ratas.

 

“El daño renal que se observó en ese modelo fue un tanto distinto: no se detecta una disminución de la cantidad de nefronas. Así y todo, las crías de las ratas diabéticas exhibían una disfunción renal significativa, con un menor índice de filtración glomerular y un menor flujo urinario. Asimismo, desarrollaron hipertensión en la vida adulta”, comentó Nascimento Gomes.

 

Según la investigadora, la causa de la disfunción que se observó en ese modelo estaría relacionada con un incremento de la actividad simpática renal que estimula la secreción de la enzima renina, que a su vez promueve la producción de angiotensina y aldosterona, elevando así la presión arterial y generando vasoconstricción.

 

En ese trabajo, el grupo de la Unifesp logró revertir la disfunción renal y controlar la presión mediante una cirugía en la cual se desconectó una parte de los nervios situados alrededor de la arteria renal mediante el empleo de una técnica conocida como denervación simpática renal. Los resultados salieron publicados en 2013 en la revista American Journal of Physiology - Renal Physiology.