La intervención humana desde el Neolítico ha sido clave en la disminución de la diversidad de especies
CGP/DICYT Desde sus orígenes más remotos, los Homo sapiens siempre ha intervenido de un modo u otro en su entorno, lo que se acrecienta con la aparición de la agricultura y el sedentarismo durante el Neolítico. Evaluar el impacto de este hecho sobre los cambios en la riqueza y la diversidad de los micromamíferos de la Península Ibérica durante el Pleistoceno superior-Holoceno, ha sido el objetivo de una investigación basada en el análisis de más de 3.000 individuos micromamíferos, entre ellos los hallados en Cueva Portalón y Mirador en la Sierra de Atapuerca.
El trabajo ha sido llevado a cabo por el IPHES (Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social) que ahora publica la revista Geology, un artículo encabezado por Juan Manuel López-García, vinculado al IPHES que actualmente investiga en la Università degli Studi di Ferrara (Italia).
Es conocido que durante el Pleistoceno superior (a partir de hace 125.000 años) el clima fue un factor determinante en los cambios observados en la diversidad de las especies, pero a partir del Neolítico es nuestra especie, Homo sapiens, quien tiene un papel decisivo con su intervención masiva sobre el paisaje, según la información del IPHES recogida por DiCYT.
Juan Manuel López-García asegura que es esta antropización el factor que determina la diversidad de las especies, “porque éstas son muy susceptibles a los cambios climáticos y ambientales”. Dicho de otra forma, “En el Pleistoceno superior la intervención humana sobre el medio natural no conllevaba consecuencias, en cambio, sí que empieza a influir a partir del Neolítico”, insiste.
Seis yacimientos
Para realizar el estudio se seleccionaron seis yacimientos del Pleistoceno superior y el Holoceno, que corresponden a 18 niveles diferentes datados con una cronología que oscila entre los 22.000 y 3.000 años antes del presente. Además de Cueva Portalón y Mirador en Atapuerca (Burgos), los de Valdavara (Lugo), El Mirón (Cantabria), Colomera (Lleida) y Sala Chimenas en Maltravieso (Cáceres). En total se han estudiado 3.194 individuos micromamíferos.
“Analizando los índices de la riqueza y diversidad de especies, observamos que el clima desempeñó un papel importante en algunos sitios durante el Pleistoceno superior y al comienzo del Holoceno, pues la presencia de pequeños mamíferos estaba estrechamente relacionada con las temperaturas medias anuales y los cambios en el paisaje, variando según las diferentes fluctuaciones climáticas detectadas. Sin embargo, al comienzo del Holoceno, alrededor de hace 8.000 años, esto ya no es así y pasan a tener un papel fundamental las actividades humanas”, concluye Juan Manuel López-García.