Hallan restos de maíz de 3500 años de antigüedad en el noroeste argentino
CONICET/DICYT No caben dudas de que el maíz fue un cultivo muy importante para las sociedades prehispánicas del noroeste argentino (NOA) y del norte de Chile. Se lo utilizó como alimento y como ofrenda para los muertos. Sin embargo, en esta región no existen los antecesores del maíz silvestre como en México. Al ser únicamente doméstico, tuvo que ser traído desde otras regiones. ¿Cuándo y cómo se incorporó este cultivo a la vida de estos grupos humanos del NOA? Este es uno de los grandes interrogantes de los arqueólogos que trabajan en esta región.
Un equipo de arqueólogos coordinados por los investigadores Jorge Martínez y Nurit Oliszewski del Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES, CONICET-UNT) encontró macrorrestos carbonizados de granos de Zea mays de 3500 años de antigüedad en el sitio arqueológico Taller Puesto Viejo 1, en la Quebrada de Los Corrales al oeste de la provincia de Tucumán. Esta microrregión arqueológica se encuentra por encima de los 3000 metros sobre el nivel del mar, en el sector norte de las Sierras del Aconquija, en el abra de El Infiernillo.
“Hasta ahora, lo que se conocía para el NOA eran maíces con una antigüedad que data del año 0 de la Era Cristiana en adelante”, explica la científica. “Con el correr de los siglos, cada vez hubo más maíz y aún mucho más hace 1000 años, ya que su cultivo se hizo más intenso con el paso de grupos cazadores-recolectores a grupos productores de alimento, y luego con la complejización de esos grupos productores”.
El hallazgo consiste en unos fragmentos quemados de maíz provenientes de un contexto funerario de cremación de restos humanos que proceden de una excavación realizada en 2015, subsidiada por el CONICET y la National Geographic Society. Este contexto de inhumación funeraria (pozos de cremación) permite comenzar a comprender la visión que estas sociedades tenían sobre los rituales y la muerte. Al mismo tiempo, despierta nuevos interrogantes acerca de si los especímenes habían sido trasladados al sitio para un evento especial, si habían formado parte de una comida, o bien, si estaban allí como ofrenda.
Los científicos desconocen quiénes introdujeron el maíz en el noroeste argentino. No fueron los Incas porque ellos llegaron apenas un poco antes que los españoles, hace unos 600 años. El presente hallazgo que data de 3500 años (1550 años a.C.) trae consigo preguntas y certezas: “De algún modo tuvo que llegar –dice Nurit–, hace miles de años la movilidad era muy alta y frecuente, es decir que los grupos humanos no eran sedentarios. Lo que sí sabemos es que la planta de maíz estaba presente y que tal vez estaban experimentando con su cultivo”.
El lapso que va desde el 2000 a.C. hasta el 0 se conoce como “período transicional” porque es el paso de los cazadores-recolectores nómades a grupos agro-pastoriles sedentarios. El hecho de que el maíz aparezca en este momento de transición da la idea de grupos que ya estaban buscando asentarse en este lugar.
Este hallazgo de macrorrestos de maíz es el más antiguo para el NOA y para el norte de Chile. La doctora Oliszewski manifiesta optimismo: “Seguramente esto nos indica que van a aparecer hallazgos similares en otros sitios arqueológicos. Este no va a ser el único”.
Analizando lo macro y lo micro
En la Puna, los arqueólogos ya habían encontrado microrrestos –aquellos que se observan solamente a través del microscopio– y antiguos artefactos de molienda, como morteros, pero nunca macrorrestos tan antiguos. Estos macrorrestos, visibles al ojo humano, son de granos de maíz o fragmentos del marlo. El hecho de que estuvieran quemados permitió su preservación.
En el laboratorio, los fragmentos también fueron analizados mediante un microscopio que permitió detectar microrrestos que son diagnósticos del maíz: gránulos de almidón y silicofitolitos. “El diagnóstico dado por los microfósiles nos confirmó que era maíz lo que a simple vista ya parecían ser pequeños fragmentos quemados de la planta. Esto significa que ambos análisis, el micro y el macro, nos dieron el mismo resultado, lo cual nos genera mucha confianza”, dijo Oliszewski. Además contó que a los fragmentos les realizaron pruebas de fechado radiocarbónico en el centro CAIS (Center for Applied Isotope Studies) de la Universidad de Georgia, Estados Unidos, que avalan la antigüedad de 3500 años.
Rocío Molar, becaria doctoral en el Instituto de Estudios Históricos (IEH, CONICET-CEH), fue quien realizó la identificación microscópica. “El análisis macroscópico, que realicé junto a Julieta Carrizo, permitió identificar ciertos rasgos (como la textura brillosa, la estructura interna porosa y con oquedades y el patrón de fracturación curvo) que llevaron a asignarlos a priori como restos de Zea mays”, indicó. Mediante el posterior análisis con microscopio, se identificaron 32 granos de almidón cuyas características particulares (cruz de extinción, tamaño, presencia de hillum en forma de punto, etc.) les permitió confirmar que estaban ante la presencia de este cereal.
Otro gran hallazgo
Además de maíz, el grupo de arqueólogos también encontró granos de quinua doméstica asociados a ese momento. “La quinua fue recuperada junto con los macrorrestos de maíz en otros sitios de la Quebrada de Los Corrales. Fue fechada en 3040 años AP (antes del presente)”, explica Guillermo Arreguez, becario doctoral en Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES, CONICET-UNT), que las identificó.
El hallazgo es de gran relevancia porque demuestra la asociación de dos plantas, el maíz y la quinua, que fueron parte de los recursos alimenticios más importantes de los grupos prehispánicos del NOA y del mundo andino. Además representan los restos macroscópicos más antiguos de Tucumán hasta el momento. Arreguez sintetiza: “Se podría decir que hace unos tres mil quinientos años ya se utilizaba el maíz y la quinua en lo que hoy es el territorio de Tucumán”.