Estudios indican una correlación entre la preeclampsia y el COVID-19 en mujeres embarazadas
AGENCIA FAPESP/DICYT – Durante la pandemia de COVID-19, sobre todo antes de que estuvieran disponibles las vacunas, sonaron las alarmas de una posible correlación entre los casos graves de COVID-19 en las mujeres embarazadas y la preeclampsia, una condición patológica que se caracteriza por el aumento persistente de la presión arterial materna durante la gestación y que puede generar graves complicaciones para la madre y para el bebé. Las mujeres embarazadas infectadas con el SARS-CoV-2 tendían a exhibir cuadros de preeclampsia con mayor frecuencia, aparte de estar sujetas a un mayor riesgo de padecer complicaciones y de muerte.
Uno de los desafíos clínicos en ese momento residía en efectuar el diagnóstico diferencial. Sucede que la preeclampsia, que tiene una mayor prevalencia durante el tercer trimestre de gestación, es una enfermedad que va más allá de las alteraciones de la presión arterial, pues eleva el riesgo de padecer insuficiencia renal, hepática y disfunción placentaria, condiciones que una paciente con COVID-19 grave también puede sufrir como consecuencia de la inflamación exacerbada que el coronavirus induce.
Y el protocolo de atención ante ambas situaciones es en general distinto: mientras que la recomendación para la preeclampsia consiste en anticipar el parto interrumpiendo el embarazo, en el caso del COVID-19 se puede mantener la gestación con soporte clínico hasta la mejoría de la infección. En otras palabras, sobre todo en los casos más graves de preeclampsia (denominados síndrome HELLP) y precoces (antes de las 34 semanas de gestación) es aún más importante asegurar el diagnóstico adecuado.
Tres años después del período más letal de la pandemia, una revisión de estudios realizada con el apoyo de la FAPESP y publicada en el American Journal of Reproductive Immunology sugiere la existencia de una relación entre la fisiopatología de la preeclampsia y la del COVID-19.
En el referido trabajo, realizado por investigadores de la Universidad de Campinas (Unicamp), en Brasil, y del Baylor College of Medicine, en Estados Unidos, se puntualizaron las relaciones entre ambas condiciones patológicas, con vías comunes referentes al sistema renina-angiotensina (el conjunto de moléculas implicadas en la regulación de la presión arterial) y el receptor ACE2 (las siglas en inglés de enzima convertidora de angiotensina tipo 2), al cual el virus SARS-CoV-2 se une para infectar a las células humanas. En otro estudio, el mismo grupo de científicos identificó biomarcadores capaces de distinguir entre la preeclampsia y el COVID-19 grave en mujeres embarazadas.
“Existe efectivamente una similitud muy grande en la evolución de ambas condiciones. Tanto en el COVID-19 como en la preeclampsia grave puede haber una disfunción de múltiples órganos e hipertensión arterial. Hay también similitudes con relación al mecanismo, pues el receptor ACE2 posee un papel clave en el sistema de regulación de la presión. Por ende, es posible que la infección genere un aumento del riesgo de preeclampsia, tal como quedó demostrado en el marco de diversos estudios en los cuales se comprobó la existencia de una frecuencia mayor de preeclampsia en los casos de COVID-19”, explica Maria Laura Costa do Nascimento, docente de obstetricia de la Unicamp y autora de la revisión.
En Brasil se mueren anualmente más de 300 mujeres embarazadas a causa de la preeclampsia. Costa do Nascimento afirma que los países de altos ingresos prácticamente han eliminado estas muertes merced a inversiones en acciones de diagnóstico oportuno de dicha condición, lo que hace posible ofrecerles un mejor tratamiento a las embarazadas.
Durante la pandemia, los casos de muertes maternas se dispararon. Datos del Ministerio de Salud de Brasil muestran que en el año 2020 fueron 1.965 mujeres que murieron durante el embarazo, el parto o el puerperio en el país. En 2021, esa cifra trepó a 3.030 muertes.
El boletín epidemiológico también indica una condición de alto riesgo para la preeclampsia. “Nuestra meta para el año 2030 en términos de muertes maternas consiste en llegar a menos de 30 muertes por cada 100.000 bebés nacidos vivos. Actualmente [datos de 2023], estamos en 70 muertes por cada 100.000 nacidos vivos. En la pandemia, en el año 2021, esa cifra llegó a 120 muertes en el promedio nacional, con estados y regiones con números aún más altos. El COVID-19 puso una lupa sobre lo que ya sucedía y mostró el impacto del desenlace adverso en esas condiciones”, afirma la investigadora.
Según Costa do Nascimento, no es posible asociar el alza en la mortalidad materna durante la pandemia al aumento de casos de preeclampsia. “No contamos con datos de monitoreo ni con un diagnóstico adecuado de esa condición. Lo que sí se puede decir –con base en un estudio multicéntrico que realizamos durante la pandemia en 16 maternidades de Brasil– es que cuando existe un aumento del riesgo de muerte o de agravamiento del cuadro de salud de la paciente, ambas condiciones se hacían presentes. Y nuestro trabajo de revisión demuestra que la prevalencia de la preeclampsia aumenta entre los casos de infección.”
Los biomarcadores
Otro estudio a cargo del grupo de Costa do Nascimento mostró la existencia de biomarcadores capaces de diferenciar entre la preeclampsia y el COVID-19 en las mujeres embarazadas. “Son marcadores clásicos para la preeclampsia [las proteínas sFlt-1 y PlGF] que ayudan a controlar la vasoconstricción y la vasodilatación. Estas proteínas se elaboran a lo largo de la gestación en las células de la placenta. En los casos de preeclampsia existe un desbalance: una disminución de las proteínas proangiogénicas [PlGF] y un incremento de las antiangiogénicas [sFlt-1]. Observamos que esos biomarcadores son específicos para la preeclampsia. No sufren alteraciones en el COVID, lo que podría ayudar a efectuar el diagnóstico diferencial”, comenta.
Tal como lo pone de relieve la investigadora, existen factores de riesgo muy bien definidos para la preeclampsia: las mujeres que padecen hipertensión arterial crónica, que tuvieron preeclampsia durante una gestación anterior, un embarazo gemelar, diabetes o alguna enfermedad autoinmune. “Son diversos los factores que definen cómo debe ser el seguimiento de esa mujer embarazada, y es posible que el COVID-19 deba ingresar en esa lista en el futuro”, sostiene.