Medio Ambiente España , Valladolid, Miércoles, 11 de junio de 2008 a las 14:48

El cambio climático refuerza la virulencia de algunos alérgenos

La investigadora del Hospital Río Hortega de Valladolid, Alicia Armentia, ha realizado varios estudios que lo corroboran

Yolanda González/DICYT Actualmente existen unos 60 millones de europeos alérgicos de los cuales alrededor de 11 millones son españoles, y los últimos estudios indican que en 2.020 una de cada dos personas padecerá algún tipo de alergia. Ni cambios genéticos a escala global ni un aumento en los niveles de polen (la alergia más común), pueden explicar este incremento, es por ello que los científicos buscan respuesta en los cambios que ha sufrido la calidad del aire como consecuencia del calentamiento global y, en concreto, en cómo está afectando este aumento de la contaminación y la temperatura a la agresividad de algunos alérgenos.

 

La doctora Alicia Armentia, del servicio de Alergia del Hospital Río Hortega, ha realizado varios estudios, en colaboración con investigadores del Departamento de Óptica Atmosférica y el Servicio de Medicina Preventiva de la Universidad de Valladolid, el Departamento de I+D de ALK-Abelló de Madrid (grupo que lidera la fabricación de extractos alergénicos) y el Departamento de Biotecnología de la Politécnica de Madrid que vienen a confirmar una relación directa entre el calentamiento global y este aumento de las patologías alérgicas.

 

El primer hecho que lo corrobora, explica la experta, es que, en el caso de España, “como consecuencia de los cambios en el clima, existen más intrusiones de aire sahariano, un aire muy caliente cargado de sales y micropartículas de un calibre hasta 300 veces menor que el diámetro de un cabello, de forma que son tan pequeñas que pueden entrar profundamente en las vías respiratorias”. Dentro de estas partículas están las denominadas Diésel, que eliminan los coches, y que “tienen dos actividades en relación con las alergias, por un lado estimulan la polinización (liberación de las proteínas del polen) y, por otro, son vehículos del polen”.Este polen, al verse agredido por una nueva atmósfera más salina y con más contaminantes, “estimula la producción de proteínas de defensa, que son potentes alérgenos”. Así, se puede afirmar que “el polen se ha vuelto más agresivo al estar estresado por el cambio de temperatura o los cambios de floración”, argumenta la alergóloga.

 

Otra de las características del cambio climático, el aumento de las temperaturas, también influye sobre aspectos como el cambio de especies botánicas. “Especies que antes crecían en la zona sur, como la Salsola, ahora también lo hacen en Castilla y León, además de otros tipos de gramíneas propias del Norte de África que antes no había”. Tal y como reconoce la propia, doctora, la región castellano leonesa no es precisamente el mejor lugar para una persona alérgica al polen, ya que registra mucha polinización. Los efectos de estos cambios en el clima son menos nocivos e incluso beneficiosos, sin embargo, para los alérgicos a los ácaros. Sobre ello, la doctora Armentia precisa que la patología por ácaros se suele dar en primavera y otoño pero los ácaros necesitan una humedad relativa de entre el 60 y 90 por ciento. Si no se alcanzan estos índices de humedad, como está ocurriendo por el calentamiento, mueren. Hongos y alimentos.

 

Alergias a hongos y alimentarias

 

La alergia por hongos también ha cambiado, asegura la doctora. Y la razón es que, en casos como la especie denominada Alternaria, el hongo más común en la provincia de Valladolid, habitualmente esporula (se reproduce por esporas), durante los meses de julio y agosto, sin embargo, “el aumento de temperaturas ha repercutido incrementando el tiempo de esporulación, de forma que las esporas se depositan en el suelo y, como hay más corrientes de aire, se mueven y provocan más síntomas entre los alérgicos”, explica.

 

La alergia alimentaria tampoco escapa a estos cambios. El uso continuado de pesticidas, hormonas vegetales… “estimula la síntesis de las proteínas de defensa, que son los alérgenos”, lo que también hace que haya aumentado el número de personas alérgicas a cierto tipo de alimentos, por ejemplo, las frutas con cobertura de pelos como el melocotón, y hortalizas como el tomate, precisa la investigadora. Todas estas conclusiones, sobre todo la referida a la alergia al polen, hacen que la alergóloga asegure que, para las personas alérgicas sea mejor vivir en el medio rural. De hecho, hace unos años realizó un estudio que demostraba que “los granos de polen contaminados de la ciudad eran más alérgicos que los rurales”.

 

Cambio en los consejos a pacientes

 

Otra de las conclusiones a la que ha llegado la alergóloga es que el calentamiento de la atmósfera ha provocado una variación vertical en la concentración de pólenes, que ha hecho que éstos se sitúen en los niveles altos de forma que, para un alérgico, “es más perjudicial vivir en pisos altos”. Todos estos estudios han provocado “que los consejos que damos a los pacientes hayan cambiado”, asegura. “Antes les decíamos que no vivieran en el campo ni en casas cercanas al césped y ahora les aconsejamos que es mejor vivir en el medio rural y en casas bajas”.

 

Las enfermedades alérgicas se hacen más fuertes, pero también han mejorado las terapias para combatirlas. Actualmente la inmunoterapia, que consiste en la administración de dósis progresivas del alérgeno al que el enfermo reacciona para que el cuerpo se vaya haciendo tolerante, es el método “más eficaz” que existe. No obstante, la doctora lanza un mensaje y es que estas vacunas, además de las pruebas para detectar la alergia, que actualmente se elaboran a partir de alérgenos comerciales, serían mucho más efectivas si se realizaran a partir del alérgeno concreto que respira la persona afectada, algo que hoy por hoy es imposible.