Científicos argentinos buscan el desarrollo de zanahorias más saludables
Agencia CYTA-Instituto Leloir/DICYT En lo que podría haber sido el sueño de Bugs Bunny, investigadores argentinos lideraron una investigación que constituye un paso hacia el desarrollo de variedades de zanahorias más saludables para el consumo o de interés industrial para la obtención de colorantes naturales.
Los científicos identificaron las regiones del ADN de la zanahoria donde se localizan los genes que regulan la producción de antocianos, compuestos flavonoides que contribuyen a la pigmentación de su raíz comestible y poseen propiedades antioxidantes y antiinflamatorias. También se los encuentra en la piel de las uvas.
La aplicación de estos resultados en programas de mejoramiento genético de la especie “podría derivar en el desarrollo de nuevas variedades con mayores propiedades benéficas para la salud”, afirmó a la Agencia CyTA-Leloir el líder del avance, el doctor Pablo Cavagnaro, investigador del CONICET, del INTA La Consulta y del Instituto de Horticultura de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo), en Mendoza.
Cavagnaro formó parte del estudio internacional que reveló el genoma completo de la zanahoria en 2016. Ahora, en un trabajo publicado en la revista 'Theoretical and Applied Genetics', identificó junto a colegas regiones en el cromosoma 3 de la hortaliza que son responsables de la producción de antocianos. En dichas regiones identificaron genes que regulan la síntesis de estos pigmentos. El siguiente desafío es evaluar en detalle cómo funcionan los genes “candidatos” encontrados.
Los resultados del trabajo podrían ser útiles para producir zanahorias con altos niveles de antocianos, tanto de los llamados “antocianos no acilados” (con mayores beneficios para la salud debido a su mayor biodisponibilidad) como de los “antocianos acilados”, que son químicamente más estables y podrían ser usados por la industria alimentaria como una opción natural para reemplazar a los colorantes sintéticos, señaló Cavagnaro.
Del trabajo también participaron Florencia Bannoud, primera autora y becaria del CONICET, y otros colegas del CONICET, de INTA Mendoza, y de las universidades de Wisconsin-Madison y de Carolina del Norte, en Estados Unidos.