Rastrean el origen genético del fríjol
UN/DICYT El fríjol lima silvestre se encuentra distribuido desde México hasta el norte de Argentina, en donde puede encontrase en ambientes muy diversos. Una bióloga de la Universidad Nacional de Colombia (UN) siguió su rastro genético. La gran diversidad morfológica de esta variedad de leguminosa, científicamente llamada Phaseolus lunatus, y su importancia en la región neotropical como cultivo, han motivado el estudio de su historia evolutiva y de apropiación por parte de los pueblos de América Latina.
Varias investigaciones han propuesto al menos dos orígenes de domesticación en la especie: uno en la región andina, a partir del material silvestre, geográficamente restringido; y otro en algún lugar de la mitad sur de México y en América Central.
En este asunto intervino la magíster en Ciencias Naturales Martha Liliana Serrano. Ella, en su trabajo de grado, investigó el origen y la diversidad genética de las variedades cultivadas de este fríjol en Mesoamérica. Para la pesquisa, contó con el apoyo de la profesora María Isabel Chacón Sánchez, del Departamento de Agronomía de la UN.
En el trabajo, la investigadora evaluó esta diversidad a partir de una aproximación filogeográfica, esto es, un análisis espacial de los linajes genéticos y los procesos históricos, evolutivos y ecológicos que permiten entender la distribución de alguna especie en particular.
Por eso, tomó muestras de fríjol lima silvestre y domesticado, principalmente de la región Mesoamericana (México y Centroamérica), con el fin de establecer el lugar o los lugares de origen de las variedades cultivadas en esa región y las consecuencias genéticas de su proceso de domesticación.
La evidencia genética que halló sustenta dos acervos silvestres mesoamericanos, previamente reconocidos como MI y MII, con distribuciones geográficas contrastantes. El MI está distribuido en el centrooccidente de México y en la costa pacífica mexicana. El MII, en la costa atlántica mexicana, la península de Yucatán y Centro- y Suramérica.
“La relación genética del material silvestre y domesticado apoya la tesis de un único evento de domesticación en Centroamérica, a partir del acervo MI, con un notorio efecto fundador. Este habría ocurrido en la región pacífica de México (en los estados de Jalisco, Michoacán y Guerrero), alejada geográficamente de regiones como la península de Yucatán, que posee una gran actividad de agricultura para la especie”, asegura Serrano.
Con ayuda de registros arqueológicos de otros cultivos de México y América Central, propone que hubo una adopción tardía del fríjol lima en el sistema tradicional milpa (parcelas propias de la región maya), así como una rápida dispersión hacia Centro- y Suramérica asociada a las primeras rutas de migración humana.
La historia de diversificación de este fríjol a lo largo de América se presenta un poco más clara con respecto a su diferenciación en la región mesoamericana.
“El análisis filogeográfico hace posible reconocer dos acervos mesoamericanos (MI y MII), con haplotipos (conjunto de variaciones del ADN) específicos de distribuciones no sobrelapadas. Este patrón evidencia una divergencia antigua en México, posiblemente ecológica o biogeográfica, entre zonas de bosque seco pacífico y zonas de baja altitud en la costa atlántica. Intensas migraciones y rápidas diversificaciones estarían presentes entre los procesos que habrían dado lugar a la diversidad genética actual en la especie”, explica.
El segundo acervo, denominado andino, se registra como circunscrito a las zonas de Ecuador y Perú. A pesar de que ambos acervos, con presencia de material silvestre y domesticado, se encuentran distribuidos en Suramérica, no ocurren en los mismos hábitats.
El andino se encuentra restringido a la zona del norte de Perú, Ecuador y posiblemente la parte sur de Colombia, en bosques secos y espinosos, donde llega a tolerar temperaturas tan bajas como los 15 ºC. Por otro lado, el acervo mesoamericano se distribuye en Suramérica a lo largo de la pendiente oriental de la cordillera andina, desde el norte de Colombia y Perú hasta el norte de Argentina.
El material vegetal usado en este estudio correspondió a 85 entradas al Banco de Germoplasma del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), en Cali, y 66 recolecciones en campo efectuadas, entre los años 2009 y 2010, por el Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY).
Esta clase de investigaciones permiten hacer planes de manejo para conservar las variedades silvestres y domésticas, así como para conocer cómo la dinámica humana también interviene en la diversidad biológica de las plantas.
“La domesticación se considera un proceso evolutivo continuo dirigido, consciente o inconscientemente, por los seres humanos, en el cual algunas poblaciones botánicas silvestres se adaptan a las condiciones de cultivo. Generalmente, las poblaciones domesticadas representan fenotipos favorables para el cultivo y consumo humano que, a su vez disminuyen o eliminan la capacidad de supervivencia de los individuos en condiciones naturales, lo que crea una dependencia del cultivador. Dicho proceso, sin duda alguna, ha cambiado en gran medida el desarrollo y el asentamiento de las poblaciones humanas desde hace al menos 10.000 años”, puntualiza.