Los modelos actuales para predecir las consecuencias del cambio climático, en entredicho
Ana Victoria Pérez/DICYT José Abel Flores, experto en Paleoclimatología y profesor de la Universidad de Salamanca, expondrá mañana viernes, en el marco de las X Jornadas Ambientales, cuál es el papel de los océanos como controladores del clima. Una función mucho más relevante de lo que se suele reflejar en los informes técnicos sobre el calentamiento global que han dado lugar a políticas como las que fundamentan el Protocolo de Kyoto. El profesor Flores ha participado en varios programas internacionales en los que el estudio del suelo oceánico proporciona claves fundamentales para conocer las condiciones atmosféricas y la temperatura en diferentes momentos históricos, lo que ha permitido documentar fenómenos como el Younger Dryas, nombre con el que se conoce a la microglaciación ocurrida hace 14.000 años.
José Abel Flores considera necesario mejorar los modelos utilizados en la predicción de las consecuencias que pueden derivarse del calentamiento global. Según ha explicado a DICYT el profesor Flores, "el clima terrestre está controlado por una cantidad de variables interdependientes y tremendamente sensibles. Por lo general, los modelos matemáticos que se aplican hoy en día sólo tienen en cuenta las modificaciones experimentadas en la atmósfera, dejando de lado otros elementos clave como los océanos y la biosfera".
En la actualidad, los modelos matemáticos que se aplican para predecir las consecuencias del cambio climático establecen una relación ya comprobada por los científicos. A mayor concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, mayores temperaturas. Para establecer esta relación se ha partido del análisis de testigos de hielo glaciar en los que los científicos encuentran fosilizadas burbujas de aire y aerosoles que permiten recomponer la evolución de la composición atmosférica a lo largo de los últimos ciclos climáticos. El estudio detenido de los datos ha demostrado que el CO2 y las temperaturas varían simultáneamente, registrándose los valores más bajos de CO2 durante la época glacial, cuando las temperaturas eran más bajas.
Las autopistas oceánicas
A pesar de haber fundamentado esta relación, José Abel Flores explica que "el factor atmosférico no es suficente para explicar fenómenos como el Younger Dryas". Hace 14.000 años el calentamiento que estaba ayudando a la Tierra a superar la última glaciación se paró de manera repentina, dado lugar a un periodo helado de otros 1.000 años. Esta microglaciación es lo que se conoce como Younger Dryas.
La explicación a fenómenos como este ha habido que buscarla en otros elementos responsables de la estabilidad del clima, concretamente en los océanos. "Actualmente se conoce la existencia de un transporte de aguas interoceánico controlado por las diferencias de salinidad entre el Atlántico y el Pacífico". Esta diferencia está provocada por un fenómeno de evaporación que se produce en el Atlántico Norte (entre Groenlandia e Islandia) y que reduce el volumen del agua manteniendo la misma cantidad de sal. La aguas superficiales aumentan su concentración salina, lo que supone un incremento automático de densidad y, por tanto, de peso. El resultado es que estas masas de agua terminan por hundirse, incorporándose a las aguas oceánicas profundas.
Tras hundirse, se desplazan bajo la superficie cruzando todo el Atlántico, el Índico y, al llegar al Pacífico, se mezclan de nuevo con las aguas de lluvia, perdiendo la salinidad adquirida en el Atlántico. En este momento se produce el efecto contrario, el agua asciende y se calienta, comenzando su viaje de nuevo hacia el Atlántico. José Abel Flores comenta: "Este sistema de circulación constituye una auténtica cinta transportadora de calor a lo largo de todo el planeta a la que se denomina Conveyor Belt".
Una pequeña modificación en el ciclo del agua oceánica puede traer consecuencias inesperadas, como demuestra el fenómeno del Younger Dryas. "Al comienzo de la desglaciación la fusión de los hielos había ido formando en su borde meridional un gran lago de agua dulce situado al Oeste de la región que hoy ocupan los grandes lagos americanos. Este lago tenía una salida hacia el Sur, a través del río Mississipi, desembocando en el Golfo de México. Pero súbitamente, cuando se derritió una barrera de hielo en el borde oriental del lago, que cortaba su comunicación con el Atlántico Norte, las aguas comenzaron a desembocar en el océano a través del canal de San Lorenzo", explica José Abel Flores. Este aporte de agua dulce al Atlántico Norte produjo una brusca disminución de la salinidad y de la densidad del agua superficial marina, lo que frenó el mecanismo de hundimiento de las aguas superficiales, frenando, en consecuencia, la llegada de aguas cálidas del Pacífico. Puede decirse que el calentamiento excesivo que provocó el deshielo del Ártico colapsó el sistema, sumiendo al Atlántico Norte en un largo período de vuelta al frío que duró más de 1.000 años: El Younger Dryas.
El objetivo que en estos momentos persiguen los expertos es determinar hasta qué punto el calentamiento global puede derivar en un fenómeno como este, para lo que será necesario conocer el mayor número de variables implicadas en el control del cambio climático. Según comenta el profesor Flores, "por el momento, las consecuencias son impredecibles, así que la alternativa es seguir estudiando".