Arranca un proyecto de investigación internacional para salvar la dehesa como ecosistema
José Pichel Andrés/DICYT Sin la dehesa no hay encinas, sin las encinas no hay bellotas, sin bellotas no hay cerdo ibérico y sin cerdo ibérico no hay jamón. Con esta premisa se puso en marcha un ambicioso proyecto que aún está creciendo, incorporando socios, buscando financiación y multiplicando su ámbito de actuación: el objetivo es estudiar la dehesa de forma íntegra para salvarla, puesto que los expertos aseguran que se trata de un ecosistema en peligro por diversos factores, como la sobreexplotación ganadera, una enfermedad que seca las encinas y el cambio climático.
La iniciativa partió de la Fundación NIDO Mariano Rodríguez, que desde Salamanca impulsó la creación de la Agrupación Empresarial Innovadora (AEI) El Jamón Ibérico y sus Derivados para pedir proyectos de investigación. En la pasada convocatoria destinada a las AEI del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), del Ministerio de Ciencia e Innovación, la única propuesta del ámbito agroalimetario aceptada fue la que presentó esta agrupación sobre la sostenibilidad de la dehesa, pero además con una recomendación: incorporar a Portugal y buscar nuevos socios en las regiones españolas con este ecosistema.
El Centro Hispanoluso de Investigaciones Agrarias (Ciale), situado en el Parque Científico de la Universidad de Salamanca, lidera el proyecto e involucra por primera vez a sus ocho grupos de investigación en una iniciativa conjunta, ya que hacen falta genetistas, microbiólogos, geógrafos expertos en recursos hídricos y botánicos, entre otros especialistas. En poco tiempo se unieron investigadores y técnicos de las administraciones de Castilla y Léon, Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía, puesto que la sensibilidad política frente al problema también es muy alta.
Implicaciones económicas
"Sin dehesa no hay crianza sostenible de cerdo ibérico y, por lo tanto, no hay de jamón ibérico para exportar, pero también afecta al ganado vacuno, al ovino o a la producción de corcho", declara Enrique Monte, científico del Grupo de Fitopatología y Biocontrol del Ciale, que fue el coordinador inicial del proyecto. Por eso, la preocupación por salvar un ecosistema que ocupa tres millones de hectáreas va más allá del ámbito ecológico, abarca el político, económico y social. También en Portugal, donde las dehesas se conocen como montados y tienen algunas diferencias con respecto a España, pero comparten problemas. Por eso, los científicos del Instituto Nacional de Investigação Agrária (INIA), ubicado en el mayor parque de Ciencia y Tecnología del país luso, localizado en Oeiras, cerca de Lisboa, se han unido al proyecto, junto con la Universidad de Évora.
Los investigadores identifican cuatro grandes problemas: la falta de regeneración, las patologías, la degradación del suelo y la pérdida de biodiversidad, ya que al romperse el equilibrio por cambios en los usos del terreno se ven afectadas otras especies.
¿Por qué se ha llegado a esta situación? La explicación hay que buscarla en la existencia de la seca de la encina, una patología relacionada con el cambio climático; en la explotación masiva de los recursos en los últimos años, con un exceso de cabezas de ganado en algunas zonas; o por el contrario, en el abandono de otros lugares que provoca la afloración masiva de matorral. Frente a estas situaciones, “la dehesa sólo se entiende como un sistema donde conviven agricultura, silvicultura y ganadería”, declara José Martínez, investigador del área de Recursos Hídricos que ha pasado a coordinar el proyecto en la actualidad.
Ante esta confluencia de problemas, “hay quien piensa que existe un único ciclo de dehesa iniciado hace 300 años y que ahora estamos en la fase terminal”, pero “los investigadores tenemos algo que decir”, aseguran.
¿Por dónde empezar? La idea es crear una red de fincas experimentales (el Ciale tiene algunas) para plantear diferentes escenarios de gestión y ver qué indicadores pueden medir la situación de conservación del entorno.Una de las posibilidades es estudiar los recursos hídricos por satélite, a través de la teledetección, sistema que el grupo de José Martínez ya emplea en otras investigaciones. “El proyecto está en fase de diseño, hay que buscar indicadores de degradación física e hídrica del suelo y realizar análisis climáticos de los últimos años para ver si se ha producido una mayor o menor incidencia de sequías”, afirma.
Otras especies vegetales
Además, como apunta Óscar Lorenzo, investigador del grupo de Fisiología y Biología Molecular de Semillas, “no hay una reserva de germoplasma del resto de las especies vegetales que coexisten con la encina”, de manera que una de las tareas será la recogida de materiales biológicos, desde hojas hasta bellotas.
Otro ejemplo es la existencia de hongos denominados micorrizas, puesto que viven en asociación con las raíces de los árboles, así que “la pérdida de micorrización es un indicador de que se está rompiendo un equilibrio”.
En definitiva, la idea es realizar una evaluación de los daños y correlacionarlos con diferentes formas de gestión para crear un modelo más sostenible y corregir la situación actual.
Un patógeno que amenaza con acabar con las encinas | |
La seca de la encina es una patología grave y uno de los grandes problemas de la dehesa en su conjunto, puesto que afecta al árbol emblemático de este ecosistema, del que dependen animales y otras especies vegetales. Por lo tanto, constituye una de las principales preocupaciones de los investigadores que participan en el proyecto liderado desde Salamanca.
La enfermedad, que es capaz de provocar la muerte de la encina porque afecta a las raíces y corta la nutrición del árbol, se debe a un conjunto de patógenos, aunque el principal se denomina Phytophthora.
Aunque se considera una patología fúngica, el patógeno “no es un hongo”, aclara el científico del Ciale Enrique Monte, “sino un oomiceto”, que es un intermedio en la escala evolutiva entre los protozoos y los hongos. La diferencia es importante porque los hongos no se mueven, pero al tratarse de un oomiceto, Phytophthora posee flagelos que le permiten nadar en el agua, es decir, que para desplazarse necesita condiciones de encharcamiento”, señala el investigador.
Aquí está una de las claves del problema, pero no se explicaría sin el efecto que han causado en el terreno otros factores relacionados con la climatología y los cambios en las explotaciones ganaderas.
Sin la compatación del suelo provocada por la presencia de demasiados animales se producirían menos situaciones de encharcamiento. Es decir, si el número de ejemplares que se introducen es excesivo, la tierra está más pisoteada por la carga animal y el terreno se apelmaza. Después, “tras una sequía acompañada más tarde de lluvias torrenciales como las que hemos tenido este año, no hay suficiente drenaje del suelo y se encharca, al encharcarse, Phytophthora nada por el agua, coloniza las raíces de la encina y las colapsa”, señala el experto.
La patología se denomina “seca” porque “es un colapso total del árbol”, señala Enrique Monte. Las raíces, por donde obtiene los nutrientes, se llenan de las esporas del patógeno que germinan produciendo hifas, elementos filamentosos que impiden que suba la savia.
“El árbol se seca, pero esto ha ocurrido desde siempre, lo que sucede es que no había un uso excesivo, ni un mal uso del suelo, ni cambio climático ni ciclos de sequías con lluvias torrenciales que favoreciesen al patógeno”, apunta. Por eso, “el problema está en que después de una larga sequía que debilita el árbol, vienen lluvias torrenciales que encharcan y favorecen la eclosión de las esporas de Phytophthora. Por eso, “no basta con matar el patógeno, sino que es necesario gestionar bien la dehesa, porque si seguimos actuando como hasta ahora, no habrá solución, curar a un árbol o a 1.000 no servirá para nada porque seguirá pasando”, asegura.
Con este ejemplo cobra aún más sentido el estudio de la dehesa de una forma integral y multidisciplinar. Salvar a las encinas requiere el concurso de expertos en hidrología, botánica o microbiología para combatir al patógeno. |