Un proyecto nacional trata de convertir productos agrícolas en etanol válido para la automoción
CGP/DICYT Un total de 25 empresas y 27 centros de investigación españoles, entre ellos el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (Itacyl), llevan a cabo el proyecto Cenit I+DEA (Investigación y Desarrollo de Etanol para Automoción) que analiza los cultivos energéticos más aptos, desarrolla tecnología para su transformación en bioetanol y estudia su aplicación en motores. En el apartado de cultivos, la remolacha es uno de los más apropiados para su conversión en etanol, por lo que el proyecto ha sido presentado hoy a los productores de la región, donde se produce casi el 85 por ciento del total nacional.
Así lo ha destacado Eduardo Cabanillas, Secretario General de Agricultura y Ganadería, quien ha inaugurado el acto organizado por la compañía Syngenta, que también participa en el proyecto. Su principal investigador, José María Pemán, ha explicado la parte del proyecto relacionada con los cultivos, donde la remolacha cumple un papel “sustancial”. No obstante, y aunque se ha trabajado con diversos productos, se ha desarrollado una herramienta con el fin de observar “la potencialidad de la remolacha para la producción de etanol”. Para ello han contado con la colaboración de la Universidad de Valladolid y se han tenido en cuenta factores como la superficie cultivable en el país, los costes para los agricultores o las variedades más adecuadas.
En la misma línea se han analizado cultivos tradicionales como el maíz, el trigo o la cebada para tecnologías de primera generación, y el maíz energético y el sorgo para las tecnologías de segunda. La finalidad es mejorar los cultivos para aumentar su rendimiento en alcohol, para lo que se han seleccionado aquellas especies con caracteres extremos. Con ellas se ha ensayado la producción de etanol y examinado qué caracteres influyen en la producción de etanol. El proyecto, que cuenta con un presupuesto cercano a los 30 millones de euros, como ha manifestado el investigador, lleva a cabo una mejora genética mediante mutagénesis y transgénesis para introducir los caracteres de interés en las distintas especies.
La responsable del proyecto I+DEA por parte de la compañía Abengoa Bioenergy, que coordina todos los trabajos, ha detallado que el bioetanol “no deja de ser un alcohol etílico producido por fermentación de azúcares de varios cultivos vegetales” que se utiliza como carburante renovable “por mezcla directa o transferencia química, de forma que pueden reducirse las emisiones contaminantes y cumplir el protocolo de Kioto”. A su juicio, el uso de este tipo de combustible origina “un mayor uso de la tierra y unas emisiones menores de CO2”, con lo que a su vez “se reduce la dependencia energética del exterior. Por otro lado, permite otros beneficios sociales y económicos como son “las inversiones en el medio rural, el incremento de las necesidades de producción agraria, la creación de puestos de trabajo y la edificación de plantas”.
Proceso de gasificación
La experta ha hecho hincapié en los dos tipos de tecnologías que existen para la producción de bioetanol, las de primera generación, basadas en la hidrólisis enzimática de la biomasa; y las de segunda, con procesos de gasificación y síntesis catalítica. El proyecto se centra en estas últimas y prevé la transformación de la biomasa en gas de síntesis (gasificación) y por otra parte la conversión del gas generado en combustible.
La investigación de los sistemas catalíticos emplea las técnicas más punteras con el fin de encontrar combinaciones de metales que hagan posible la conversión de gas de síntesis a etanol de un modo viable, lo que significa alcanzar productividades del mismo rango que los procesos comerciales. El diseño combina la simulación de procesos químicos, la evaluación económica y financiera o el análisis de ciclos de vida para definir las tecnologías más apropiadas y finalmente se realizará el diseño conceptual de una hipotética planta industrial de biomasa a etanol.