Residuos de agave para la fabricación de muebles
Invdes/DICYT La elaboración de bebidas destiladas de agave genera al país ganancias millonarias cada año, pero también toneladas de desperdicios, que si bien un mínimo porcentaje puede emplearse como composta en la recuperación de suelos, el resto representa una fuente de contaminación. Consciente del panorama, el doctor Gonzalo Canché Escamilla, del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY), emprendió hace dos años un proyecto para el desarrollo de tecnologías que permitan aprovechar los residuos agrícolas e industriales generados en la explotación del agave, tanto en la producción de bebidas alcohólicas como en la fabricación de textiles.
El líder de la investigación señaló que las fibras extraídas de los desechos, mezcladas con polímeros, permiten la elaboración de un material con aplicaciones similares a la madera, la fabricación de láminas acanaladas de uso constructivo en viviendas o de tableros de aglomerados que se pueden emplear para hacer repisas y muebles, entre otros productos.
Esta tecnología desarrollada en el CICY utiliza las pencas, el quiote o varejón (palo que crece en el agave durante su última etapa de maduración y que da indicio de su muerte) y el bagazo resultante de la cocción y prensado de las piñas durante la extracción de azúcares en la producción de tequila o mezcal.
Los residuos, señaló el investigador, constituidos por material fibroso y no fibroso se conocen como lignocelulósicos, pues están compuestos por un entramado de tres elementos: lignina (polímero natural que dota de resistencia mecánica a la planta), celulosa y hemicelulosa (polisacárido que forma parte de las paredes celulares en los tejidos del vegetal).
De acuerdo con Canché Escamilla, el material se elabora mezclando el material fibroso de los desechos del agave y polímeros termoplásticos, empleados por su maleabilidad.
Para la implementación del proceso, es necesario separar la materia fibrosa del resto de los elementos, por lo que los investigadores emplean técnicas de tamizado (cernido).
Una vez separada, la fibra debe secarse y pasar por un molino de cuchillas. Posteriormente, se introducen en un extrusor (maquinaria para procesamiento de plásticos) junto con los polímeros termoplásticos. En ese equipo se desarrollan dos procesos simultáneos: fundido del polímero y mezclado de las fibras, así como el desplazamiento del material hacia el extremo final, donde se coloca un molde o dado que da diversas formas y dimensiones al producto final.
En cuanto a los plásticos empleados en la fabricación del compuesto, Canché Escamilla aseguró que por el momento sólo han usado polímeros vírgenes, pero no descarta realizar pruebas con elementos reciclados, aunque existen posibilidades de disminuir las propiedades del material final.
Asimismo, afirmó que trabajar con materiales reciclados sería un problema el abastecimiento de materia prima que cumpla con los estándares de limpieza. “Como todavía no existe una cultura cimentada de la separación y clasificación de basura, es muy difícil recuperarla”. Hay programas de separación de restos en diferentes ciudades; por ejemplo, en Mérida tenemos un sistema de separación de desperdicios orgánicos e inorgánicos que permite el aprovechamiento de los desechos sólidos, pero como vienen con restos de comida y otros residuos, debemos lavarlos antes de su uso”, puntualizó.
Planta piloto
Por otro lado, el investigador de la institución perteneciente al Sistema de Centros Públicos de Investigación Conacyt dijo que el proyecto sólo se llevó hasta nivel planta piloto; en la cual tienen equipos para hacer láminas acanaladas de 15 y 60 centímetros de largo con diferente anchura. Estas últimas, aclaró, pueden usarse como techos en las ventanas que protejan a la vivienda de las inclemencias del tiempo, pues han sido probadas tanto a la intemperie como en cámaras de intemperismo acelerado, donde se simula las condiciones de humedad, temperatura y radiación ultra violeta.
“Usamos principalmente poliolefinas, polímeros que han registrado mayor duración. Aquí lo que podría empezar a descomponerse, porque son materiales biodegradables, serían las fibras. En este caso, sería una ventaja, porque cuando se desechen se degradarían y reduciría su volumen”, dijo.
Cabe mencionar que esta investigación surgió en respuesta a una convocatoria de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) en 2006, en la que se buscaban nuevas tecnologías que ampliaran la explotación de los agaves en Zacatecas; ya que las pequeñas y medianas empresas productoras de licor de la zona no tienen una adecuada disposición de residuos, ni datos de cuánto se genera.