Nuevo método para el calcular impacto ambiental de biocombustibles
UN/DICYT Si en el país se usaran combustibles con agregados de origen vegetal como canola, yuca o cascarilla de arroz, entre otros, se reduciría en un 8% la cantidad de gases de efecto invernadero arrojados a la atmósfera. Así lo evidenció una nueva metodología que evaluó el impacto de los biocombustibles actuales con respecto a otras materias primas que aún están en evaluación.
Desde hace ocho años, la caña de azúcar y la palma aceitera han sido las materias primas utilizadas para la producción de bioetanol y biodiésel respectivamente. Su uso se popularizó debido al interés de las naciones por usar combustibles menos agresivos con el medioambiente.
No obstante, varios expertos alrededor del mundo cuestionan el uso de estos llamados biocombustibles, debido a que no cumplirían con la meta establecida: reducir los gases de efecto invernadero que están incrementando el calentamiento del planeta.
Por otra parte, cuestionan el hecho de utilizar recursos alimenticios y grandes cantidades de tierra para mover el comercio mundial (a través de camiones, aviones y barcos, etc.), lo cual beneficia a ciertos países, mientras millones de personas en naciones pobres tienen hambre por falta de recursos económicos y físicos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), en su informe del periodo 2011-2013, en América Latina hay cerca de 47 millones de personas subalimentadas; y en todo el planeta la cifra llega a 842 millones.
Preocupada por esas implicaciones, la ingeniera química Monica Julieth Valencia Botero, magíster en Ingeniería – Línea de Ingeniería Química de la de la Universidad Nacional de Colombia en Manizales, adelantó la investigación Evaluación de gases de efecto invernadero asociados al ciclo de vida de los biocombustibles colombianos.
Indicadores propios
El estudio propone una técnica para evaluar la emisión de estos contaminantes y su desempeño ambiental con base en el análisis de su cadena de suministro y su ciclo de vida (principalmente en Colombia).
“La producción de carburantes fabricados con insumos vegetales en nuestro país se destina, principalmente, al sector de transporte. Allí estos se mezclan con los de origen fósil, en una proporción promedio de ocho partes en volumen de biocombustible por 92 de combustible fósil. El bioetanol se mezcla con gasolina y el biodiésel con diésel”, dice Valencia.
En la tesis se definió un método de comparación sobre los tipos de carburantes usados en Colombia, que permite evaluar de manera integral el impacto ambiental de la cadena productiva de los biocombustibles. Para ello, utilizó información sobre los estándares internacionales, sobre todo los definidos en Europa y Estados Unidos, que son los más usados en el resto del mundo.
Sin embargo, la magíster aclara que el uso de esos indicadores no aplica completamente a las condiciones propias del país en aspectos políticos, económicos y sociales; de ahí la importancia de contar con una metodología propia.
Esta propuesta se basa en el análisis del ciclo de producción del biocombustible. Esto incluye las etapas productivas o provechosas (lo que se utiliza realmente de los insumos utilizados), las de transformación o evolución (procesos, herramientas y energía que se requieren), las de aprovechamiento o utilización de residuos y, finalmente, las de aplicación del producto, logística y todos aquellos procesos directos e indirectos que constituyen el camino llamado “de la cuna a la tumba” de un producto o servicio.
“Estas fases están conectadas por dos o más etapas, como por ejemplo el transporte de materia prima hacia la planta, el envío del biocombustible a productos intermedios y el uso final. Cuando se evalúa todo eso, que tiene que ver con la logística, los procesos indirectos de producción de insumos, y el uso y deposición de residuos, se constituye el ciclo de vida”, afirma la ingeniera.
En el caso del bioetanol, los resultados indican que la mezcla que actualmente se utiliza en Colombia, la cual adiciona un 8% de etanol en la gasolina, ayuda a reducir al menos el 5% de las emisiones de gases efecto invernadero. Para las mezclas de biodiésel, la mezcla al 8% conlleva a reducciones de al menos 6,5% en las emisiones.
La metodología también se aplicó a materias primas prospectivas en Colombia, donde se evaluó el ciclo de vida del bioetanol a partir de yuca, cascarilla de arroz y yafrota, cultivo cuyo aceite no es comestible y por lo tanto no presenta discusión por el asunto de la seguridad alimentaria; en este caso se estableció que se logra una reducción de gases hasta del 8%.
“Los resultados de todas las evaluaciones indicaron que la etapa agronómica (es decir la obtención de las materias primas) influye de manera considerable en las emisiones, ya que a partir de esta se define si la producción de biodiésel entra o no a competir con la comida y si se necesita expansión de tierras para aumentar metas”, dice la experta.
De igual forma, agrega que en la indagación encontró que, aunque la combustión de las mezclas y los biocombustibles son más limpias, en ocasiones el ahorro no es suficiente con respecto a las emisiones generadas en la obtención de la materia prima. Las prácticas agronómicas, los fertilizantes sintéticos y el cambio en el uso del suelo son los aspectos de mayor relevancia en la evaluación ambiental de los biocombustibles en suelos colombianos.
Esto significa que, por ejemplo, al cultivar caña de azúcar se requieren insumos agroquímicos, de transporte y de transformación, que también han dejado una huella de carbono o de contaminación previa que habría que contabilizar a la hora de hacer balances sobre los reales beneficios ambientales de los biocombustibles.