Investigadores argentinos analizan la diversidad de microorganismos para mejorar la pesca
CONICET/DICYT Cada ecosistema tiene sus especies características, que modelan no sólo el paisaje de flora y fauna local sino que además determinan el tipo de interacción que van a establecer. Sin embargo, todo comienza con organismos microscópicos que constituyen las primeras etapas de la cadena alimentaria.
En la costa Patagónica este eslabón lo constituye el picoplancton, conjunto de bacterias y algas muy pequeñas de entre 0.2 y dos micrones – una millonésima parte del metro – que captan dióxido de carbono del aire y lo transforman en compuestos orgánicos, que sirven de alimento para organismos superiores.
Investigadores del CONICET presentaron un estudio donde, por primera vez, se analizaron los virus que infectan a la especie Ostreococcus sp. Esta alga, que forma parte del picoplancton, es uno de los organismos eucariotas más pequeños que se conoce. Ostreococcus sp es un importante modelo biológico que se usa en estudios genómicos y de fisiología vegetal en todo el mundo y es, además, una de las microalgas más abundantes de los sistemas oceánicos y costeros.
“Cuando estos organismos están infectados por el virus, mueren y por lo tanto disminuye la disponibilidad de alimentos para las especies marinas”, dice Leandro Jones, investigador adjunto del CONICET en la Estación de Fotobiología Playa Unión, Rawson, provincia de Chubut.
Según comenta, los estudios demostraron que los virus de esta región son diferentes a los observados en otras partes del mundo. “Conocer más sobre ellos es importante porque pueden provocar la muerte de estas algas microscópicas y llevar a un cortocircuito en la cadena alimentaria”, asegura.
De acuerdo con las investigaciones del grupo, publicadas en la edición de junio de la revista especializada Virus genes, existen siete genotipos o familias diferentes de estos virus. Los investigadores descubrieron que distintas regiones del mundo presentan diferentes genotipos del virus, hallazgo que permite conocer los mecanismos de diversificación de los virus ambientales en general.
Jones explica que esta variabilidad habla de una importante diversificación genética que se correlaciona con su origen geográfico. “Antes se creía que todas las formas microbianas estaban presentes en todo el mundo, y descubrimos que en este caso estos genotipos son bien característicos de la zona”, afirma.
Los virus funcionan como un regulador natural frente a la sobreexpansión y proliferación de estas algas y controlan sus poblaciones. Sin embargo si se altera la biología tanto del virus como del Ostreococcus sp., por ejemplo en casos de contaminación, podrían afectarse estos mecanismos regulatorios y terminar perjudicando los cardúmenes regionales, que se nutren del plancton.
“El virus no va a matar todo el picoplancton, pero si se quiere realizar un modelo de producción pesquera hay que tener en cuenta todos los factores que intervienen en la cadena alimentaria”, analiza Jones. “Y conocer los organismos que afectan al fitoplancton de nuestros océanos y cómo interactúan con las algas va a servir para que esa predicción sea más verosímil”, agrega.
Además, conocer cómo controlar las poblaciones de Ostreococcus podría tener aplicaciones tecnológicas. “Algunos investigadores han sugerido que este organismo podría utilizarse para fabricar biodiesel, gracias a la calidad de los aceites que produce en forma natural”, concluye Jones.