El crimen, no el dinero, impulsa la migración desde El Salvador y Honduras
CGP/DICYT Un análisis de datos dirigido por Jonathan Hiskey, profesor de la Universidad de Vanderbilt (Estados Unidos), y otros colegas, muestra que ser víctima de un delito es una poderosa motivación para que los inmigrantes lleguen a los Estados Unidos, pese a los riesgos del viaje y los desafíos de la política migratoria norteamericana.
Los hallazgos, según Hiskey, sugieren que las actuales políticas de disuasión migratoria, que se dirigen principalmente a los inmigrantes por motivos económicos, son ineficaces contra los migrantes que huyen de la violencia. La investigación se publicará en la próxima edición de ‘Latin American Research Review’.
En 2014, Estados Unidos vivió un dramático aumento de la migración desde Centroamérica, lo que originó una crisis humanitaria a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos. En respuesta, el gobierno de Obama implementó una serie de medidas para detener y deportar a los recién llegados, y lanzó campañas en toda Centroamérica para disuadir a los posibles migrantes advirtiéndoles de los peligros del viaje al norte y del alto riesgo de detención y deportación a su llegada. Sin embargo, estos esfuerzos no sirvieron para detener la migración.
Teniendo en cuenta que varias de estas naciones tienen tasas de criminalidad excepcionalmente altas, así como la escasa evidencia de que la delincuencia impulse la migración desde estos países, los investigadores trataron de medir el fenómeno empíricamente. Para hacerlo, analizaron los datos del Barómetro de las Américas del ‘Vanderbilt's Latin American Public Opinion Project's 2014’, que incluía preguntas sobre la experiencia personal de los encuestados con el delito y si tenían la intención de migrar a los Estados Unidos en los siguientes tres años.
"Descubrimos que uno de los predictores más poderosos de la migración es si la persona ha sido víctima de delitos en los últimos 12 meses, y un predictor aún mayor es si esa persona ha sido víctima del crimen en múltiples ocasiones", apunta Hiskey.
De los salvadoreños que expresaron su intención de migrar y dijeron haber sido víctimas de un delito en el año anterior, el 35 por ciento había sido víctima una vez y el 44 por ciento había sido víctima varias veces. De los de Honduras, el 39 por ciento había sido víctima una vez, mientras que el 56 por ciento había sido víctima más de una vez.
En El Salvador y Honduras, añade Hiskey, la violencia es a menudo un hecho cotidiano. Las familias son sistemáticamente extorsionadas y los niños son reclutados a la fuerza en pandillas o para participar en rituales de iniciación a la violencia. "Es una situación de estar constantemente expuesto a la violencia y al crimen, y a un gobierno que no quiere o no puede hacer nada para mejorar la situación", explica el investigador principal. "Una vez que las personas han vivido esto durante varios años, llegan a un punto en el que simplemente dicen: 'No me importa lo que se encuentra frente a mí, tengo que irme, tengo que sacar a mis hijos de aquí'".
Si bien Guatemala también tiene una alta tasa de criminalidad, no pareció influir en la decisión de migración con tanta fuerza. Esto probablemente se debió a la diferencia en el tipo y la distribución del crimen en ese país, aunque es una pregunta que los autores planean explorar más a fondo en futuras investigaciones, según la información de la Universidad de Vanderbilt recogida por DiCYT.
Los migrantes conocen los riesgos
Por otro lado, probaron el alcance de la campaña de disuasión con una encuesta especial realizada por LAPOP en Honduras y descubrieron que la gente estaba mayoritariamente al tanto de las advertencias de los Estados Unidos. Casi nueve de cada diez pensaba que cruzar la frontera de los EE. UU. era más difícil, mientras que 8 de cada 10 entendía que era menos seguro y que las deportaciones se habían incrementado.
Los resultados sugieren que los migrantes que han sido repetidamente víctimas de delitos probablemente estén tan desesperados por abandonar su país que están dispuestos a arriesgarse a migrar, sin importar lo difícil que parezca. También, apunta Hiskey, la política migratoria norteamericana debería cambiar en función del perfil reportado en el estudio.