Environment Spain , Salamanca, Friday, November 06 of 2009, 19:21

El clima del pasado a través de microfósiles del Mar de Bering

Tras embarcarse el pasado verano en la expedición del Joides, el mayor buque oceanográfico de perforación del mundo, una investigadora de la Universidad de Salamanca analiza ahora las muestras rescatadas

José Pichel Andrés/DICYT Valorar la importancia o las consecuencias del actual cambio climático tiene poco sentido si los datos que obtienen los científicos no se pueden comparar con lo que ha ocurrido en la Tierra a lo largo de millones de años. Por eso muchos expertos se dedican a la investigación paleoclimática, intentando saber más de los ciclos que gobiernan las glaciaciones que se han producido de forma periódica en el planeta. A ello se dedica el Grupo de Geociencias Oceánicas del Departamento de Geología de la Universidad de Salamanca y una de sus líneas más llamativas es el estudio de los cocolitóforos, algas marinas unicelulares que se encuentran fosilizadas en el fondo de los océanos.

 

¿Qué tienen que ver con el clima estas diminutas formas de vida? Su presencia, su ausencia y las condiciones en las que se pueden encontrar constituyen un indicador muy fiable de cómo era el clima de una determinada época. Es más, analizando qué tipo de microfósiles se hallan en una muestra, los científicos determinan la edad de la capa sedimentaria marina de la que procede, ya que los microfósiles, como formas de vida de que son también responden a las leyes de la evolución.

 

Hasta ahora, los investigadores que lideran el grupo (José Abel Flores, Francisco Javier Sierro y María Ángeles Bárcena) han recogido muestras del Mediterráneo, el Atlántico o el Ártico, pero acaban de incorporar una nueva zona gracias a la participación de Elena Colmenero en una expedición al Mar de Bering a bordo del Joides, el mayor buque oceanográfico de perforación.

 

De hecho, el único método para rescatar las microalgas fosilizadas de los fondos oceánicos son la perforaciones que este tipo de barcos pueden realizar a cientos y miles de metros de profundidad. El sistema se puede asemejar al funcionamiento de una enorme jeringilla, desde la torre de perforación del barco descienden unos enormes tubos a través del agua que se introducen en los sedimentos marinos acumulados a lo largo de millones de años y extraen cilindros de muchos metros de longitud y apenas unos centímetros de anchura, lo que los expertos denominan testigos. La treintena de científicos de varios países que formaban parte del viaje tuvieron la suerte de contar con nuevos laboratorios y una torre de perforación más alta, puesto que el buque americano ha sido remodelado recientemente.

 

El viaje

 

La expedición partió de Victoria (Canadá) en julio para llegar a Yokohama (Japón) en septiembre. En cada uno de los siete estacionamientos (sites, en inglés) se realizaron cuatro o cinco perforaciones en un radio de 200 ó 300 metros y las muestras se recogieron a una profundidad de entre 800 y 3.000 metros.

 

El trabajo de Elena Colmenero comienza en los laboratorios del Joides cuando se extrae el testigo y consiste en “identificar especies, ya que en función de los eventos de aparición o desaparición de las mismas a lo largo de la historia podemos datar los sedimentos”. Es lo que se conoce coo bioestratigrafía, los expertos reciben la muestra, la preparan y la datan; y “si se llega al objetivo, se para, por ejemplo, en un determinado punto, el propósito puede ser recoger sedimentos del Mioceno”.

 

De ahí, que los especialistas en este campo hicieran turnos de 12 horas para estar siempre alerta, puesto que su trabajo era determinante en la marcha de la expedición, pero una vez realizado este trabajo de campo lo más importante para la investigadora es tener muestras que llevarse a Salamanca. Ahora toca estudiarlas. “Es una pieza que no teníamos, una oportunidad única por el carácter extraordinario de esta expedición”, indica Colmenero.

 

Más de lo esperado

 

Aunque en el Mar de Bering no son abundantes los cocolitóforos que analizan, nanofósiles calcáreos, y sólo los han encontrados científicos japoneses que no han llegado a publicar nada al respecto, “había más de los que esperábamos”. El mayor problema es que dentro de los sedimentos se han transformado en otro tipo de carbonatos, lo cual dificulta su identificación.

 

En cualquier caso, su presencia es relevante como indicador climático. “Cuando encontramos más, significa que hay más temperatura”, indica la investigadora. Así, desde hace 1’8 millones de años, se ha visto que se producía una glaciación cada 40.000 años, pero en un momento dado este ciclo predominante cambia y pasa a ser de 100.000 años. Los científicos desconocen por qué, pero los indicadores paleoclimáticos siempre están correlacionados, puesto que hay más cocolitóforos en los periodos interglaciares que en otros.

 

Una española entre 34 científicos internacionales 
 

La expedición estaba formada por 34 científicos pertenecientes a Estados Unidos, Canadá, Japón, Rusia, Corea, Australia, India, China y Europa. Entre los europeos, había representantes de Portugal, Alemania, Francia, Suiza, Noruega, Gran Bretaña y Dinamarca. Además, una sola española: Elena Colmenero. Las áreas científicas a las que pertenecen, aunque relacionadas, eran muy variadas, puesto que había microbiólogos, paleontólogos, químicos, geólogos y otros.

 

Para montar una expedición como ésta hacen falta 10 años de preparación hasta que un comité internacional del IODP (Integrated Ocean Drilling Program) lo aprueba. De hecho, antes de que vaya el Joides, hay que realizar varias expediciones previas que analizan la cartografía, la sísmica y la profundidad, entre otros datos. Incluso un barco más pequeño toma algunas muestras con testigos pequeños para analizar la calidad de los sedimentos. La inversión es enorme y hay que viajar con todas las garantías.